Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

13.12.20

Las tentaciones que sufren los agonizantes



Por más que comúnmente no sea así, no se puede negar que algunas veces asaltan a los moribundos tétricas y formidables tentaciones. Por eso nos dice San Juan: "¡Ay de la tierra y del mar; porque descendió el diablo a vosotros con grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo!" (Apocalipsis). ¡Oh, sí!, conoce el astuto enemigo que la muerte, que es el término de merecer y desmerecer, está cercana, y por esta razón redobla con mayor saña sus ataques; mejor dicho, nos embiste con rabiosa desesperación.

A este efecto se vale, entre otras, de las siguientes tentaciones:

1. - A los unos pone todo su conato para inducirlos a desesperación, exagerándoles la gravedad y malicia de sus culpas, y dándoles a entender que en manera alguna merecen perdón.




2. - A los otros les sugiere, por el contrario, una inmoderada complacencia de sí mismos; de lo que se sigue cierta seguridad y presunción de sus propios méritos, que los envuelve en una nube de soberbia espiritual.

3 . - Ora procura hacerles perder la paciencia con la molestia y prolijidad de la indisposición; ora les incita a que se quejen y murmuren de las personas que les rodean, ayudan o asisten.

4 . - Les tienta también de pensamientos contra la fe, y aun de proferir alguna blasfemia.

5. - A muchos les llena la imaginación de cuidados temporales, de solicitudes domésticas, de intereses y afectos de parientes.

6. - Se añade a esto las representaciones pavorosas y tremebundas con que los espíritus infernales se afanan por turbar la tranquilidad de los moribundos.

7. - La tentación más general en los enfermos suele consistir en una vana esperanza de que han de convalecer, siquiera los desmientan los síntomas más evidentes.

Contra estas y otras cualesquiera tentaciones, es necesario que el enfermo esté muy prevenido. Pero ¡oh suma desdicha!, que si antes de que llegue el terrible paso de la muerte no se hubiere ejercitado en las virtudes, le habrá de costar congojas y sudores la victoria en aquella descomunal batalla, si no se alcanzase un especial auxilio del cielo.

Pero en fin, sepamos al menos lo que deberemos hacer en aquella última hora para no ser víctimas del dragón infernal.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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