[Notas: A, Animador. T, Todos.]
A.- ¡Apóstol de caridad, San Francisco Javier! Adoramos contigo humildemente a nuestro Dios y Señor Jesucristo.
T.- Y le damos gracias por los singulares dones que te concedió en vida, y por la gloria de que ya gozas.
A.- Te pedimos con todo el afecto de nuestras almas,
T.- Que nos ayudes a vivir y morir santamente, como viviste y moriste tú.
A.- Te pedimos, también, nos alcances la gracia especial que solicitamos en esta novena.
T.- Y si lo que pedimos no conviene, a mayor gloria de Dios y bien de nuestras almas, queremos alcanzar lo que para eso fuere más conveniente. Amén.
- Petición -. (Padrenuestro, Avemaría, Gloria).
A.- ¡Eterno Dios, Creador de todas las cosas!
T.- Acuérdate que fuiste Tú quien creaste a los que aún no te conocen.
A.- Acuérdate, Padre, que tu Hijo Jesucristo padeció por ellos,
T.- derramando tan liberalmente su sangre.
A.- No permitas, Padre, que tu Hijo y Señor nuestro les sea, por más tiempo, desconocido.
T.- antes, por los ruegos y el testimonio de los santos y de la Iglesia, esposa de tu Hijo, muéstrales tu misericordia,
A.- y compadecido de su caminar sin tu Palabra, Luz de la vida,
T.- haz que, también ellos, conozcan al que enviaste, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro,
A.- que es la salud, vida y resurrección nuestra,
T.- por el cual somos libres y nos salvamos, a quien sea dada la gloria por infinitos siglos de los siglos. Amén.
A.- Ruega por nosotros, San Francisco Javier,
T.- para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
Señor y Dios nuestro, Tú has querido que numerosas naciones llegaran al conocimiento de tu nombre, por la vida y predicación de San Francisco Javier; infúndenos su celo generoso por la propagación de la fe, y haz que tu Iglesia encuentre su gozo en evangelizar a todos los pueblos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
T.- Amén.
(Anónimo del siglo XVI atribuido a San Francisco Javier, pero probablemente de Santa Teresa de Jesús)
No me mueve, mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno, tan temido,
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte,
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.