Bienaventurada Virgen María, mirad aquí a Vuestro Hijo, concebido en Vuestro seno inmaculado, dado a luz, alimentado con Vuestra leche, estrechado en Vuestros brazos y cubierto con Vuestras más tiernas caricias. Aquí está Aquel cuya vista Os colmaba de alegría y Os llenaba de dulcísimas delicias... Por un favor inestimable de la Bondad eterna, he sido hoy honrado con su presencia divina; le he recibido en mi cuerpo y en mi alma. Os lo presento con humildad y amor, Os lo ofrezco para que le estrechéis en Vuestros brazos, para que le llenéis de Vuestras caricias, para que le améis, para que conmigo, para que por mí, le adoréis. Más aún: para que se lo ofrezcáis a la Beatísima Trinidad como un supremo homenaje de adoración por mis necesidades y las de todo el mundo, a fin de que las prerrogativas de Vuestra dignidad suplan en esta oblación a lo que no pueden llegar mis pobres méritos.
¡Oh vosotros, santos y santas de Dios!, sobre todo amados Patronos míos, aquí tenéis a vuestro Señor y Esposo, nuestro Señor Jesucristo, que tanto habéis amado en los días de vuestra vida terrenal; acabo de recibirlo en el Santísimo Sacramento, os saludo a todos por Él y a cada uno en particular, y con el fin de acrecentar vuestra alegría y bienaventuranza, os lo ofrezco con todo el amor y con toda la fidelidad que os ha manifestado en el tiempo, y que ahora os manifiesta en la eternidad. Os suplico le adoréis y reverenciéis por mí, y lo ofrezcáis a la Santísima Trinidad por mis necesidades y las de toda la Iglesia, y en acción de gracias por todos los beneficios de que me ha colmado. Que obtenga yo por vuestros méritos y oraciones lo que por mí no puedo obtener.
Amén.
(Santa Gertrudis).