¡Dios Eterno!, que habéis hecho a Vuestro Cristo pontífice de la creación y ministro de la acción de gracias, que le habéis puesto como mediador entre el cielo y la tierra, encargado de ofreceros sin cesar la Hostia de alabanza y el Cáliz de bendición, permitidme que, unido a Jesucristo oculto en el fondo de mi corazón (y a todos los sacerdotes que celebran en este momento la misa), entonce también en nombre de todas las criaturas el himno de acción de gracias.
Os alabo y Os bendigo, Padre Santo, Trinidad adorabilísima, por todos los bienes concedidos a los hombres mis hermanos, y particularmente a los hijos del Sacerdocio.
ORATORIO CARMELITANO
Os alabo y Os bendigo en Jesucristo Hostia, por todos los dones de gracia y naturaleza derramados en Vuestras criaturas, tan ingratas e infieles.
Os alabo y Os bendigo en el Corazón dulcísimo de Jesús, por los beneficios inefables de la Encarnación, Redención, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio.
Os alabo y Os bendigo en nombre de todas las criaturas animadas e inanimadas, por todos los cuidados de Vuestra maternal Providencia para con ellas, y por la infinita misericordia de que usáis con nosotros, por la multitud de Vuestras bondades, por la incomparable ternura con que honráis al hombre, por Vuestras divinas liberalidades para con las almas fieles, por las gracias de elección y vocación concedidas a las almas Vuestras esposas, y por la indulgencia paternal con que solicitáis esa multitud de pródigos que cubren la tierra.
Os alabo, y Os bendigo, ¡oh Dios!, autor, consejero, reparador del hombre, por todos los beneficios conocidos y no conocidos de que le habéis colmado, por los dones de que ha abusado, haciendo así que sus infidelidades le desvíen de su último fin.
Os alabo y Os bendigo por todos Vuestros pensamientos de bondad para con Vuestros hijos.
Que Vuestro paternal Corazón tan maternalmente amoroso, sea mil y mil veces bendito de los nuestros, miserables y mezquinos.
Y como el gusano de la tierra que Os alaba es impotente para cantar Vuestras alabanzas y vuestras infinitas misericordias, permitid, ¡oh Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob!, que una en un solo cántico (para que Os lo ofrezca, por el Corazón amoroso de Jesús), todos los que Os han ofrecido Noé, Débora, Moisés, David, Jonás, Tobías, Ezequías, Damel, los Niños en el horno, Zacarías, Simeón, y sobre todo la Santísima Virgen María, cuando Os llevó en su casto seno y Os dió tan dignas acciones de gracias por las maravillas que habíais obrado en ella.
Pero, Señor Dios Todopoderoso, como todas estas alabanzas son cortas para Vuestras infinitas liberalidades y majestad, Os ofrezco, para pagarlas dignamente, el cántico que Jesucristo, nuestro dulcísimo Redentor, entonó en acción de gracias a Vuestra gloria después de la última Cena.
Su divino Corazón, que late en mi pecho de cristiano, reitere este cántico.
Por Él, con Él y en Él, deseo, ¡oh Señor Dios!, que toda alabanza, honor y gloria Os sean dadas eternamente en el cielo y en la tierra, en el tiempo y en la eternidad. Amén.