¡La Comunión! Explicádmela Vos misma, ¡Oh María! Alcanzadme un rayo de Vuestra luz para comprender algo de ella.
- ¡Ah!, pobre hija mía, pide más bien una partícula de mi Corazón para amar y querer. ¿De qué sirve comprender, y de qué serviría aún ver, si no se obra? En el cielo es en donde se verá y se comprenderá. Sobre la tierra basta inmolarse y sufrir.
¡La Comunión!, es unirse con Jesucristo, es recibirle como víctima, es ser víctima con él... Víctima, renunciándose a sí misma, viviendo para Él, muriendo para todo, abrazando la cruz, llevándola, identificándose con ella; esta es la Comunión. Es una extensión de la Encarnación, pues la sagrada Humanidad de Jesús no se ha unido a su divinidad para otro fin, sino para poder sufrir, inmolarse y morir.
Adora, pues, a tu Salvador en la Eucaristía. Aniquila tu propio ser para que Él le cambie en el suyo. No busques dulzura alguna ni consolación sensible, ni pidas más que la fuerza y la voluntad para subir también al Calvario, y subir con el peso de la cruz. Y si cada comunión te hace adelantar un paso en el estrecho sendero, bendice la Voluntad Divina por el favor que te concede.
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