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Mes de noviembre en sufragio de las benditas almas del Purgatorio.
Por la señal de la Santa Cruz...
OFRECIMIENTO:
Altísimo Señor, os ofrezco todas las penas que padeció vuestro amado hijo Jesús en su Pasión y muerte, y las de su Santísima Madre María, en reparación de todas mis culpas y pecados, con el firme propósito de no ofenderos más.
Misericordia, Dios mío, misericordia y perdón.
También os ruego, Dios de bondad, por la conversión de todos los pecadores, y por las almas del Purgatorio, para que pronto gocen de vuestra gloria por toda la eternidad.
DÍA 25 DE NOVIEMBRE: La devoción a María Santísima del Carmelo.
Después de la devoción a Jesús, como autor que es de nuestra salvación eterna, todo lo debemos a su Madre, María, como dispensadora que es de todas las gracias y bendiciones. De aquí resulta la gran necesidad que tenemos todos de ser verdaderos devotos de María. Esta es la devoción más necesaria, más consoladora y más santa, porque por medio de María Santísima se completa la obra más grande que es la redención del género humano. Qué dicha más grande para nosotros el tener por Madre propia a la que es también Madre de Dios. Qué consuelo al pensar que es toda bondad y misericordia para cuantos acuden a Ella.
Si miramos dentro del Infierno, veremos allí a los condenados, por no haber sido verdaderos devotos de María.
Si miramos al Purgatorio, veremos que la mayoría de aquellas almas han recibido la conmutación de la pena eterna en pena temporal por intercesión de María.
Si miramos a la Tierra, veremos que la mayor parte de los pecadores deben su conversión a María, y los justos le deben la perseverancia.
El universo entero es un libro que publica continuamente sus grandezas, y en todas las páginas están perfectamente grabadas sus bendiciones, bondades y misericordias. Procuremos arraigar en nuestro corazón la devoción a María Santísima para tener siempre en favor nuestro su poder y misericordia, y pidámosle desde lo más íntimo de nuestro corazón el morir en su amistad. También el que dé una mirada compasiva a las almas del Purgatorio.
SALUTACIÓN A LAS CINCO LLAGAS DE JESÚS:
I.- Yo os adoro, Santísima Llaga del pie izquierdo de mi Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, que perdonéis los extravíos con los que tanto os ofendí, y tened compasión de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
II.- Yo os adoro, Santísima Llaga del pie derecho de mi Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis cuantas veces me aparté del cumplimiento de vuestra santa y divina Ley, con las que tanto agravié a Vuestra Majestad, y tened piedad de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
III.- Yo os adoro, Santísima Llaga de la mano izquierda de nuestro Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis el que tantas veces haya cerrado mis oídos a los clamores de vuestra divina voz, con la que queríais apartarme del camino de la perdición, y tened piedad de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
IV.- Yo os adoro, Santísima Llaga de la mano derecha de mi Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis mis muchas ingratitudes a tantos beneficios recibidos de vuestra mano, y tened piedad de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V.- Yo os adoro, Santísima Llaga del costado de mi Redentor Jesucristo, y por ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis todas las penas y aflicciones que con mis culpas causé a vuestro amabilísimo Corazón. Dignaos purificar todos los afectos de mi alma, concededme gracia para que os ame siempre, y tened misericordia de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
ORACIÓN FINAL
¡Oh, gloriosa Virgen María del Monte Carmelo, y Madre de Bondad!, compadeceos de las benditas almas detenidas temporalmente en el fuego del Purgatorio, lejos de Dios y de Vos, que sois la Madre de Misericordia. Romped sus cadenas y libradlas del abismo donde gimen, anhelosas de su patria celestial y suspirando por el momento feliz de su unión para siempre con Dios, a quien su corazón desea con vehemencia. Tened piedad de un modo especial de las almas más abandonadas, os ruego por ellas muy particularmente. Oh, Madre de bondad, dignaos aceptar mis ruegos. Os lo suplico, oh María: reunidnos a todos en el Cielo, cerca de Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo adorable, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
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