La Pureza de intención es otra virtud de suma importancia en la vida del espíritu, sin la cual se anulan la mayor parte de las obras que se practican. Nace esta Pureza de intención del Amor de Dios, y crece y se desarrolla en el Silencio y Recogimiento interno de un alma limpia. La Sencillez es su compañera, sin embargo, la Pureza de intención la supera, porque se eleva a otra esfera más alta que la de las virtudes simples.
La Pureza de intención va a dar hasta el trono mismo de Dios, llevando consigo las acciones del hombre, y no solamente las que por su grandeza merecen ser mencionadas y elevadas, sino aun las más bajas y sencillas: a todas diviniza con su contacto sobrenatural.
La Pureza de intención es como un oro líquido en el cual se sumergen los actos de la criatura, aun los más pequeños y ordinarios, saliendo de ahí con un valor más o menos grande que antes no tenían. Es la Pureza de intención un obsequio divino y regalado al hombre para dar mérito a sus actos y ayudarle a escalar el cielo; nace, repito, del Amor de Dios, de la Bondad infinita, de la Caridad inagotable, de la Santidad por esencia.
Es la Pureza de intención una moneda de infinito precio puesta al alcance de todo hombre que la quiere tomar para comprar el cielo. La Pureza de intención consiste en sobrenaturalizar un acto cualquiera, con el solo fin de agradar a Dios y de complacerle a El sólo; esto basta para que Yo lo reciba y lo valorice y lo agradezca. Pero necesita esta Pureza de intención una dualidad para que a Mí me sea grata, y es que salga de un corazón puro o purificado, porque de un alma pecadora o manchada no tiene para Mí este valor. El alma pura o purificada es la que en este comercio divino atesora riquezas infinitas que ni el hollín ni los gusanos pueden destruir. Nadie comprende la infinita Liberalidad Mía concediendo a la pureza de intención gracia tan singular. La mayor parte de las almas no la conocen; y las otras, relativamente hablando, que la conocen, no la practican, despreciando así un tesoro infinito, y generalmente no la agradecen como debieran. Si con los ojos naturales pudieran ver las arcas divinas en las cuales se recogen estos tesoros adquiridos con la Pureza de intención, se pasmarían, y no harían después otra cosa sino negociar con semejante valor. Esta Pureza de intención tiene también sus grados.
La Pureza de intención verdaderamente perfecta, hace que la criatura se olvide de sí misma, en el sentido de lucrar con ella y atesorar, aunque justamente, para recibir más tarde el premio. Esta Pureza perfecta, digo, pasa más allá, puesto que no se ve la criatura a sí, ni atiende al provecho espiritual que de ella saca, sino que se abandona a mi Voluntad divina, en su purísimo amor, lo mismo le da que Yo la recompense, como que no le dé nada; ella busca solamente, y siempre, y a cada paso, el recordarme en todas sus obras, intenciones y aspiraciones; su único fin es agradarme y complacerme, y todo lo demás para ella es secundario. Esta, ésta es la Pureza de intención perfecta y la que Yo más amo. y también a la que más copiosamente recompenso.
Esta Pureza de intención espiritual perfecta anda siempre acompañada de la Presencia de Dios y de un hermoso escuadrón de sólidas virtudes.
Los enemigos con los cuales lucha son un gran número de pasiones y vicios que tratan de empañar su brillo, de cortar sus alas para que no suba tan alto ni tan limpia al Trono de Dios. La detiene el Egoísmo, la Avaricia, el Fastidio, el Cansancio y otros muchos enemigos, pero como su vuelo viene de muy alto, en la Oración recupera sus fuerzas, sirviéndole además de escudo la Humildad, y de apoyo la Constancia.
El alma que vive en esta Pureza de intención y dentro de ella, en poco tiempo se santifica y aún sube presto a la cumbre de la Perfección, y algunas veces hasta a una muy alta Unión.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com