El Reposo es hermano de la Serenidad, y nace de la pureza de alma. También lo alimenta y nutre la Paz, este Fruto precioso y rico del Espíritu Santo. El Reposo y la Serenidad no son una misma cosa, son hermanos, pero cada uno tiene en sí sus cualidades propias, y los dos, elevados a virtud, forman el nido de la divina Palomita en los corazones. Estas dos cualidades, elevadas a virtudes, tienen también su crisol en el cual se prueban y crecen, se purifican y merecen.
No hay virtud sin crisol, del cual provienen los grados heroicos a que se elevan, y la altura más o menos encumbrada a donde suben. El crisol de las virtudes son los vicios contrarios a ellas. Hay vicios y pasiones que prueban las virtudes, aunque las pasiones generalmente envuelven algún vicio, o algunos envuelven alguna virtud o algunas; porque hay también pasiones buenas. Pues bien, lo que puede agitar a la Serenidad y también al Reposo su hermano, es parecido a lo que hace guerra a la Madurez: esto es, por una parte la imaginación, la soberbia, las tempestades interiores, las desolaciones y los desamparos; y por otra los dolores y las contrariedades, las luchas y penas exteriores. La solidez de estas virtudes se prueba en estos palenques.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com