Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

26.7.18

De las virtudes y de los vicios: Venganza


La Venganza es una pasión baja, miserable y rastrera que inunda al mundo.

Esta pasión, aunque en diferentes grados y escalas, hace también su nido en la vida y camino espiritual, y se alberga también ¡horror!, aun en los que se llaman míos.

Esta pasión es hija de Satanás y compañera de la Ira y de la Cólera; viene de la misma familia y con el mismo objeto, que es siempre capital en Satanás, es decir, el de quitarme gloria y perder a las almas.

No hay cosa más negra y que obscurezca más el corazón y la razón del hombre que la Venganza. Esta pasión es más culpable que otras muchas; lo es más que la Cólera y la Ira, porque generalmente no es precipitada, ya que entonces estaría en la Cólera, sino que es malignamente reposada y prometida. Por esto la Venganza es un pecado muy grande, porque el corazón se complace en el veneno del mal que va a ejecutar contra su hermano. Este sabroso gusto de la Venganza acrecienta el pecado, y hasta tal punto, que sólo Yo alcanzo a medir el fin emponzañado de su malicia.




La Venganza va directamente contra les leyes divinas y humanas, del santo e ineludible mandamiento del amor al prójimo. Este es inseparable, porque el que me ama a Mí amará a su hermano y lo perdonará, y el que odia a su hermano a Mí me odia y me ofende.

Yo no perdono al que no perdona a su hermano. Mis ojos se alejan del vengativo, el cual caerá de precipicio en precipicio hasta hundirse si no se detiene en el camino de su venganza.

Nadie puede acercarse a Mí hasta que de todo corazón haya perdonado las injurias de su hermano.

Soy sobre este particular inexorable: y con la medida que el hombre midiere será medido; y en la proporción que perdonare será perdonado. Esta es la ley de la Caridad, ley permanente e inquebrantable contra la cual se estrellará la Venganza sin romperla jamás.

La Venganza pues, va contra la ley del Amor, y sus consecuencias son funestas para el alma que lleva en su seno monstruo semejante. La doctrina mía, que viene a enseñar al mundo corrompido por los vicios y por el pecado, es muy diversa, mis Mandamientos son muy distintos, y el que no los cumple será digno del fuego eterno.

En la Cruz está el perdón, en esta Cátedra sagrada se promulgó su decreto, practicando Yo mismo clavado en ella lo que tenía mandado. En la Cruz perdoné, y además pedí perdón para mis enemigos, para los que aun blasfemaban contra Mí. En la Cruz enseñé, con mi ejemplo, al mundo, el remedio de la Venganza y cómo se deben perdonar las ofensas.

En la Cruz, en esta bendita Cruz está el recurso que tanto se debe apreciar y que es tan poco conocido, del perdón al enemigo.

En este santo leño se rompen las venganzas humanas, con esta madera se incendia y consume en el corazón esta pasión rastrera y degradante de la Venganza, nacida y germinada del Odio que Satanás me profesa. El corazón de Satanás, su ser entero, está constituido por la Venganza. El eco eterno de sus entrañas, el constante repercutir de su negro espíritu es este grito de ¡venganza!, ¡venganza!, y en este eterno silbido del Averno que hace estremecer al mismo infierno, se ve envuelto Satanás, y en esta atmósfera respira y vive, y hace que el corazón incauto y débil del hombre participe de este grito nefando que a todas partes lleva consigo, de este maldito veneno que corre por sus venas sin consumirse jamás. Ya están si es horrible el vicio o la pasión de la Venganza.

Perdón siempre, y que las almas perdonen. Miren un alma que se crucifica, siempre perdona.

Aquí tienen el valor de la Cruz, del Dolor, de esta riqueza desconocida para el mundo y para multitud de almas que se llaman mías.

Y no crean que al hablar de venganza sólo me refiera a esos actos de barbarie que se ejecutan en el mundo por hombres desalmados, sin principios y casi sin Religión; hablo también de esas que se llaman pequeñas "pasioncillas", las cuales se introducen entre gente piadosa y aun en las almas que se llaman mías. Esta ponzoña corrosiva que carcome, cunde también ¡horror!, aun en las Religiones, formando corruptas llagas en las almas que tiene por observantes y puras. ¡Ay!, ya no quiero ver, a lo menos en esta falange de almas del Oasis, la asquerosa podredumbre de la ruin Venganza, porque tan del demonio es la Venganza de carne y sangre, como la espiritual, y corre entre la gente mía.

Pidan esto por su Jesús. Abajo esta pasión maldita de la Venganza, siempre grande aunque se use en niñerías y en cosas que parezcan pequeñas o aparentemente sin importancia. Tanto la aborrezco de una manera como de otra.

En el alma en la cual cabe esta rastrera serpiente no desciende, no, el Espíritu Santo a hacer su morada. Todo lo contrario sucede: porque el Espíritu Santo se aleja con horror del alma, porque la Venganza va contra el Amor que es Él mismo, y jamás se pueden juntar los polos, porque los separan inmensas distancias.

¡Oh miserable Satanás, padre de la Venganza y enemigo mortal del hombre! Yo te maldigo, espíritu miserable, y te descubro hoy, arrojando muy lejos tu careta, para que las almas te conozcan, te odien, te aborrezcan, y huyan de tus tenebrosas y astutas maquinaciones.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com