El Odio es hermano carnal o gemelo del Rencor, hijo de Satanás, y el reflejo delineado de su corazón.
Es el Odio la substancia de su ser, su sangre misma, por explicarme así.
Esta pasión en el corazón humano lleva en sí todo olor satánico: su veneno es casi siempre mortal para las almas.
El odio es el antagonista de la Caridad, y en donde está el odio está Satanás.
El Espíritu Santo muy lejos está del corazón que lleva en su seno algún odio contra su hermano. El odio está siempre envuelto en la Soberbia, y muchas veces también en la Hipocresía. Los cariños culpables acaban generalmente por odio.
El Odio es la palanca de los Celos, y en el corazón del vengativo hace su nido.
El infierno se compone en su mayor parte de espantoso odio contra Mí y contra los que, en parte, fueron la causa de la desgracia de las almas que ahí existen. Y así como en el cielo reina el amor, así en el hondo Averno del Infierno reina esta maldita pasión del Odio en su mayor ensanche y desarrollo. Es pues el Odio pasión infernal y que lleva al hombre o lo arrastra a ese infeliz fin.
El corazón que odia no puede amarme, porque el Odio lleva en sí esta propiedad que el Demonio le ha puesto, y como el que no me ama, me aborrece, luego el que odia me detesta y su perdición eterna es segura.
La pasión del Odio es sobre toda ponderación espantosa, y sólo su nombre debiera hacer temblar al hombre.
Desgraciada del alma que lo lleva consigo, pues es un signo de reprobación cuando no se cura radicalmente y de raíz.
El renegado, el apóstata, el sectario y el pecador llevan en su seno, ¡desgraciados!, este Odio infernal contra Mí. El licencioso, el amigo de satisfacer todos sus desenfrenados apetitos, el sensual, me odia, porque quiera o no quiera tiene conciencia y la cruel certeza que lo carcome, de que está faltando a la ley divina y a la moral.
El corazón de Satanás nada en el odio contra Mí, en el cual vive eternamente, alejando de sí más y más al Amor, a este Amor divino que conoce, y que en él mismo quisiera consumirse; mas en su eterna reprobación, se revuelca dentro del odio, se desespera y trata de vengarse, perdiendo al hombre al cual le comunica sus emponzañadas pasiones.
El Rencor y el Odio no son iguales, no; son hermanos inseparables, gemelos: el Odio supera al Rencor en malicia y bajeza.
Todas estas pasiones degradantes tienen su nido en el mismo Satanás, y por esto estas pasiones, más que otras, llevan este signo abominable de rastrera perfidia e ingratitud.
Son vicios aborrecibles y de mortales consecuencias para las almas. Todos ellos son emanaciones satánicas, miasmas corruptoras que destruyen a la más grande de las virtudes, es decir, a la Caridad. Matan en las almas el germen purísimo y santo de la fraternidad, y orillan al hombre a cometer grandes y estupendos crímenes.
Mis ojos jamás se posan en el corazón que odia; sus quejas y sus plegarias jamás hieren mis oídos, mi Corazón rechaza a estas almas, hasta que deponiendo su odio, humilladas y arrepentidas, claman a mi gran Misericordia. Mi Justicia es sobre el particular inexorable, y la infeliz alma que no cumple las leyes divinas de la Caridad se perderá eternamente.
Yo bajé a la tierra a traer la paz y el perdón. Yo enseñé aquella doctrina desconocida y sublime de hacer bien a quien os hace mal, de perdonar y aun de amar a los enemigos, de llenar de bendiciones al que os persigue, y di mi vida clavado en la Cruz, sellando con mi Sangre preciosa esta celestial doctrina. Con esta Cruz se curan los odios. El corazón que se crucifica no odia, sino que ama a Dios y al prójimo en Dios y por Dios.
La Cruz, pues, es el remedio, el antídoto, y también el preservativo del Odio.
El Dolor suaviza los sentimientos del alma; los purifica, los ennoblece y santifica. Un pecho que sufre por su Dios no odia ni puede odiar, sino ama y se sacrifica por su hermano.
Satanás concreta en el Odio todos los venenos. Es el Odio como el extracto de la substancia satánica. ¡Feliz y mil veces feliz el alma que de él se libra! Pero, ¿saben quién es el que se libra? El que se abraza de la Cruz y me ama; el que se renuncia a sí, y ensangrentado con el Desprecio y Dominio propio, se sujeta, se vence y sigue mis huellas.
El corazón que odia necesita para vencerse gran acopio de virtudes guerreras; pero si no las pone en juego, y limpia su alma, y cura y cicatriza esta asquerosa llaga que lleva consigo, con las aguas de la penitencia y de la gracia, se perderá eternamente, porque nadie puede ser perdonado sino el que se arrepiente y perdona.
¡Y a pesar de ser el Odio un mal tan corrosivo y espantoso, reina en millares de corazones!
El Odio secreto contra Mí carcome las almas de los infames sectarios y sus secuaces.
Quisieran ellos destruirme, derrocarme, pulverizarme si les fuera posible; sus negros corazones, poseídos por el demonio, me rechazan y aborrecen con todo lo que es Mío. Mi Iglesia es el centro favorito a donde dirigen sus emponzoñados dardos. Mi Religión y mis Sacerdotes son su eterna pesadilla. ¡Desgraciados!, ¡ay del que toque a mi Iglesia y a los Míos! Su fin será desastroso si antes no se detiene y se arrepiente y repara tan grandes daños.
En el corazón de Satanás y los suyos reina, además, un odio sobre todo odio, un odio profundo, negro y furioso que les carcome las entrañas asquerosas y miserables. ¿Saben contra quién va dirigido? Contra Santa María, contra esta Virgen Madre de Inmaculada Pureza. No puede soportar Satanás la existencia de este arcano de virtudes y de candor, de esta Beldad divina y llena de gracia, que con su bellísima planta, que es tan pura y sin mancha, como toda Ella, lo aplasta. Santa María es el eterno tormento de Satanás, el cual reconcentra principalmente todo su odio contra Ella. Satanás no puede desconocer el valor de Santa María y los torrentes de gracias y de dones con que está enriquecida, y por esto la Envidia lo destroza, y el Rencor, y la Venganza y el Odio contra Ella hace estallar su negro corazón en Ira.
¡A cuántas y cuántas almas ha envuelto, comunicándoles su profundo Odio contra Santa María! Su grande anhelo es derrocar a Santa María dulcísima de su Trono. No soporta, sobre todo, su virginal Pureza. Por esto ha hecho que se levanten sectas contra los misterios más santos de María, arrojando la duda, y queriendo manchar ¡infeliz!, a la que es la misma Pureza en toda su plenitud, comunicada por el Espíritu Santo. Los tiros del Odio de Satanás van constantemente dirigidos a alejar los corazones de Santa María, pues no desconoce su poder, su grandeza y lo que vale su poderosa protección para con las almas. Santa María es la eterna pesadilla de Satanás, el cual, por más que viene de mil maneras y por mil medios luchando contra mí Iglesia y contra Ella, siempre se estrella y se estrellará, con todas sus nefandas maquinaciones.
¡Ay del alma que se aleje de Santa María! Es una señal de que Satanás la ha tomado por suya. ¡Feliz del corazón que se acoge a Santa María!
Yo perdono, llego a perdonar al corazón infeliz que ha llegado a odiarme; mas al que odia, y aborrece y persigue a Santa María, mi Misericordia casi nunca lo perdona, sino que con trágicos fines castiga severísimamente semejante maldad. ¡Ay del que toque a Santa María! Éste lleva en su alma el signo de reprobación. Es una señal de que Satanás ha hecho presa de esta alma.
Que se arranque de estas cadenas, que golpee su pecho y llore su crimen y expíe su gran pecado si quiere tener parte Conmigo.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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