La Delicadeza espiritual es una como pureza en el alma, que hace que lastime a la conciencia el menor polvo de falta cualquiera, aún sin llegar a pecado.
Es una virtud muy útil y eficaz para conservar el alma limpia y pura a los ojos de Dios. Esta delicadeza, trae consigo la luz divina para conocer y detestar las faltas y es un don especial del Espíritu Santo con que regala a las almas predilectas.
No puede esta delicadeza conservar, ni siquiera admitir sin pena, la más ligera mancha en el alma.
¡Qué grande y qué útil para el espíritu es esta virtud angélica y bendita! La Delicadeza hace que sienta el alma la pena del pecado en un grado extraordinario, y en la Delicadeza espiritual perfecta, esta pena interior, ese miedo de haber desagradado a Dios, se cambia en dolor sobrenatural.
No tan sólo sufre por verse manchada; sufre mucho más aún por creer que ella misma ha ofendido a su Dios y Señor. Esta pena mata y no descansa hasta hacer completamente efectiva la contrición, que en realidad ya experimenta.
La Delicadeza es compañera de la contrición, porque nace en el alma pura por medio del amor de Dios.
Es gracia singular del Espíritu Santo.
El alma delicada no peca, y el alma que no peca se salva. Cuando llega a faltar, luego se arrepiente, y se humilla, y llora su pecado o falta; y no por cierto sobrepuja en ella el amor propio al verse fea y manchada, sino que el amor de Dios purísimo siempre es su norte, y por eso sufre y por su infidelidad se muere de pena al considerar la Bondad infinita de Dios.
Gracias y merecimientos muchos alcanza esta virtud de la delicadeza para el alma feliz que la lleva consigo.
Sus enemigos son el mundo, la vanidad y los escrúpulos. Sus únicos apoyos son la humildad y la pureza.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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