La Benignidad es hija de la santidad, y fruto del Espíritu Santo en una alma limpia.
No se alberga esta virtud en los corazones soberbios, inquietos y veleidosos: su nido está en la paz y su apoyo en la paciencia.
Su campo está en el trato con el prójimo, y allí se derrama como un perfume suavísimo, haciendo mucho bien a las almas.
Quebranta sin ruido muchas iras, soberbias y otras pasiones... Satanás le teme por la guerra secreta que le hace y las victorias que contra él alcanza.
Se funda esta virtud celestial en una humildad profundísima.
Sus enemigos capitales son la Debilidad, la Imprudencia, la Hipocresía y la Soberbia.
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v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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