Viernes 10 de agosto de 1900
Me dijo la tarde anterior el Ángel de la Guarda que me haría tener la corona de espinas en la cabeza hasta las cinco del viernes. Fue verdad, porque hacia esa hora comencé a recogerme un poquito, me escondí en la iglesia de los Franciscanos y allí vino Jesús a quitármela de nuevo, estuve siempre sola. ¡Qué muestras me dio de cariño! Me animó de nuevo a padecer y me dejó en un mar de consuelos.Tengo que decir, sin embargo, que a las veces, sobre todo el jueves por la tarde, se apodera de mí una tristeza tal, pensando que he cometido tantos pecados, los que todos me vienen a la memoria, que me avergüenzo de mí misma y me aflijo sobremanera. Ayer tarde, pocas horas antes, me sobrevino también esta vergüenza y este disgusto, y sólo puedo hallar un poco de alivio sufriendo eso poquito que Jesús me manda, y ofreciéndolo por los pecadores, en especial por mí, y luego por las almas del purgatorio.
¡Cuántos consuelos me da Jesús! ¡De cuántas maneras me prueba que me quiere! Todas son cosas de mi cabeza, pero si obedezco, Jesús no permitirá que me engañe. El jueves por la tarde me prometió que durante estos días, que faltara la señora Cecilia, haría que no me faltase nunca el Ángel de la Guarda. Me lo dió ayer tarde y no me ha vuelto a dejar ni un solo momento.
Esto lo he observado varias veces, pero nunca se lo he dicho al Confesor. Hoy, en cambio, lo digo en seguida. Si estoy con otras personas, el Ángel de la Guarda no me deja nunca, pero si estoy a solas con él, en seguida me deja (quiero decir que no se hace ver de mí, si no es para darme algún aviso). Lo propio sucedió hoy, ni siquiera un minuto se ha separado de mí. Ya hable, ya rece, ya haga cualquier cosa, él me lo dice. Jesús quiere que no me engañe.
Esto me maravilla mucho, y me he visto obligada a preguntarle:
- ¿Por qué, cuando está la señora Cecilia, no apareces nunca?
Me ha contestado:
- Porque nadie, fuera de ella, sabe hacer mis veces. ¡Pobre niña - añadió -, eres tan pequeñina, que necesitas quién te lleve de la mano! Ahora te llevaré yo, no temas, pero obedece, porque, si no, pronto ... - ([Es fácil entender: "me voy".]).
He ido a confesarme, he dicho la cosa al Confesor (se lo había también escrito) ([Véase la carta 36 a Monseñor Volpi.]); me explicó lo que yo no había entendido, y ahora lo entiendo todo.
Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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