- No morará en medio de mi casa el que obra con soberbia. Sal 100, 7.
- En donde hubiere soberbia, allí habrá también deshonra. Pr 14, 3.
- La Soberbia es aborrecible a Dios y a los hombres. Si 10, 7.
- El principio de todo pecado es la soberbia: quien la tuviere será lleno de maldición, y al cabo le transformará. Si 10, 15.
Soberbia
¡Qué solo se encuentra Jesús en medio de los hombres! ¡Cuánto humo y cuánta paja...!
Lo más consiste en exterioridades vanas y Soberbia crecida que todo lo abarca: este maldito vicio de la Soberbia lo veo claramente reinar en el mundo, en la Iglesia, (digo en sus Ministros, en las Religiones, en las familias, en las almas que se reputan por santas).
Cunde esta Soberbia más o menos fina y espiritual, y la veo introducirse con mucha sutileza, ¡ay!, aún en donde menos se creyera. Ella es la sal con que se sazona el reino de las almas.
¡Qué desgracia, Dios mío, y qué estragos hace aún sin advertirlo; es un veneno oculto que mata al alma, si no se pone a tiempo el antídoto de la humildad!
Es el Vicio rey, el Vicio capital que arrastra a todos los vicios, y hunde a tantas almas en el infierno.
No parece exageración decir que en muchas personas, la mayor parte de sus palabras, de sus acciones, y aún de sus devociones y obras piadosas, llevan este sello falso, que las inutiliza para el cielo y esto aún dado el caso de que no entrañen pecado.
La Soberbia es hija de Satanás, nacida de su mismo ser, y madre general de todos los vicios: a todos ellos los engendra y lleva en su seno... Todos llevan el germen de Satanás y la fisonomía y parecido de su madre. De la Soberbia se deriva, como causa natural, todo desorden en las operaciones del alma, y aun los mismos desórdenes materiales. Ella envenena los actos del espíritu y es la principal destructora de toda virtud y de toda santidad.
Torres muy altas de santidad ha derribado y hundido la perniciosa y maldita Soberbia. Todo pecado la lleva consigo en más o menos escala y es una epidemia universal.
Se introduce e infiltra en lo más secreto del corazón del hombre, y cual sirena engañadora, con infernal malicia lo adormece con la capa de la hipocresía y de la falsa piedad. Mucho hay de esto en el mundo, y el despertar de estas pobres almas, tan vilmente seducidas y engañadas por la Soberbia es terrible y espantoso, cuando ya no tienen remedio, en la eternidad...
Hay muchas clases de Soberbia y es moneda de muchos cuños: casi no existe alma que no la lleve consigo en más o menos escala y de uno u otro colorido; ella se esconde en los más ocultos pliegues del corazón y de tal manera, que a no ser con la luz esplendorosa de la gracia, jamás se la descubriera.
Casi en la mayor parte de los actos de la vida se le encuentra, si con esta luz del Espíritu Santo se le busca... Se amolda, diré, con todos los estados, caracteres y puestos. De una manera se presenta con los grandes y de otra con los pequeños; con los pobres y con los ricos, con los malos y con los buenos, con los espirituales y con los mundanos.
Lleva la Soberbia, por compañera inseparable a la Impureza, al Rencor, a la Venganza, a la Envidia, a la Ira, a las Celos, a la Hipocresía, al Orgullo, a la Obstinación y a otros muchos en más o menos escala o más o menos solapados: pero estos vicios principalmente forman su Corte.
Tiene otros vicios, horribles también, aunque de segundo orden, que como satélites, continuamente la siguen sin separársele jamás.
La Murmuración, el Respeto humano, el Amor propio, la Vanagloria, la Doblez, el Engaño, la Mentira, el Egoísmo, la Presunción, la Astucia, la Falsedad, la Afectación, y otros muchos forman este segundo cuadro en que la Soberbia vive y se recrea.
La Incredulidad, Pedantería, Riquezas, Adulación y Honores, son sus armas favoritas, teniendo además, otras mil que sabe empuñar con destreza admirable. Con esto este conjunto de viles pasiones, de las cuales es la Reina, y que forman su campo, lucha incansablemente contra las Virtudes, tratando de hundir a las almas, por cuantos medios están a su alcance, en la eterna perdición.
El Odio hacia Mí, que lucha en Satanás contra su convencimiento de mi Poder y Grandeza, porque no se le puede ocultar lo digno que soy de todo amor y de toda alabanza, aun de él mismo, causa su tormento mayor.
El modo para desquitarse, o vengarse, es arrebatar de las almas este convencimiento de que yo soy EL TODO, innato en la criatura y levantarla a ella en falsos pedestales de secreta Soberbia, para después hacerla su presa, hundiéndola en el infierno. Como su ser es la misma Soberbia, no puede soportar mi reinado y mis alabanzas; siendo todo su afán quitarme la gloria, aun cuando me reconozca acreedor a ella, como no puede menos, a su pesar.
Satanás no me puede amar, y este es su martirio constante y, como no me puede amar, me aborrece por esto mismo, y busca la ofuscación de la Soberbia para quitarse esta pena eterna..., sin conseguirlo.
Este es el tormento esencial del infierno que lleva consigo el Ángel rebelde.
Satanás conserva sus cualidades corno espíritu, y su entendimiento es de una extensión que el hombre no puede alcanzar ni medir.
Tiene en sus manos medios desconocidos para la inteligencia humana y es tan sutil, tan vivo y tan ligero, como el hombre está muy lejos de imaginar. También Satanás prevee y tiende sus lazos a las almas para hacerlas caer. El futuro no lo conoce pero lo vislumbra. El Campo espiritual es el más codiciado para él, porque es el que más gloria reporta a Mí.
También en los vicios, como en las Virtudes, hay comunes y ordinarios, espirituales y espirituales-perfectos; pues su manía es imitar y hacer contrapeso con los cuños falsos a todo lo santo y perfecto que pueda reportarme gloria.
Su eterna venganza contra Mi es quitarme el amor y las alabanzas, ya que él no puede dármelas.
En su negro corazón lucha el Odio con el Amor, y como para éste último ha cerrado en él toda fuente, lo carcome la venganza contra Mí, y todo lo que debía ser amor, lo reconcentra en el Odio y el Aborrecimiento.
Todo lo creado, todo cuanto de las manos divinas de la Omnipotencia infinita ha salido, tiende a la gratitud, al amor, a la alabanza hacia el Creador; y Satanás, más que nadie, comprende y experimenta en sí mismo esta necesidad ineludible; mas, como la alabanza, la gratitud y el amor están segadas para él, brama y se desespera, y comunica esta pena a todo el infierno y a los condenados... Y de esta manera, sin embargo, me dan gloria todos ellos a su pesar; porque la esencia de su desesperación es esto mismo que le impide a su inclinación natural tender hacia Mí, para quien fueron creados...
Este tormento es lo que constituye el infierno en su esencia, aparte de los otros especiales, en los que se queman las almas ahora, y las almas con los cuerpos después, eternamente... Y esto no es injusticia, porque en Dios no puede existir ni sombra de ella. Es este tormento eterno la gloria de la Justicia ultrajada y el castigo de la Soberbia.
Ya se verá si es grande la Soberbia, que fue la que hizo a la Omnipotencia infinita crear el infierno para castigarla debidamente...
Y tanto cuanto amo a la Humildad, que es mucho, de la misma manera aborrezco a la Soberbia en todas sus fases y colores y formas. Nada me da tanto en rostro como la Soberbia: es una peste tan repugnante para Mí, que dejo el campo del alma en que se posa, y me retiro. Ella entra por una puerta del alma y Yo salgo por otra.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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