Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

29.5.18

De las virtudes y de los vicios: Cólera


La Cólera, es hija de la ira y descendiente de la Soberbia, y por tanto, del mismo Satanás. Lleva en sus venas a todas las cualidades de su madre, en su más completo desarrollo. Ella estalla como la pólvora en sus manifestaciones, incendiándose con el vivo fuego de la espantosa Ira.

La Cólera es también ciega y precipitada y en sus exposiciones de crecido furor, deja al alma con mil manchas de pecados, muchas veces de grandes consecuencias y funestos daños.




La Cólera es el espejo en que Satanás se mira: esta pasión de la Cólera es aturdida, precipitada y desordenada.

La Obstinación, muchas veces, y la Ofuscación siempre, la acompañan. ¡Ay del alma infeliz en la cual hace su nido esta desenfrenada pasión que detesto!

La vehemencia de ese vicio hace tal violencia a los actos del hombre que lo precipita a muchos males de graves consecuencias y lamentables desenlaces, de los cuales siempre tiene que arrepentirse.

La Cólera es una Pasión atronadora que llena los sentidos de ruido y de agitación y hace su nido en el corazón del orgulloso y del soberbio.

La Cólera es una chispa volcánica que en un instante enciende el corazón del hombre con la pasión espantosa de la Ira.

En donde está la Cólera no existe la Paz, centro del Espíritu Santo; y ese vicio aleja todas las santas inspiraciones del alma que la posee. El alma colérica es soberbia y vive continuamente dentro de unas polvaredas que no la dejan ver mi divina imagen. Llenan los oídos del alma en donde la cólera es ordinaria, de tal ruido, que jamás pueden escuchar la suavísima voz del Espíritu Santo. Estos oídos no están dispuestos y son sordos a las inspiraciones de la gracia.

El alma colérica ve con doble anteojos de oculta soberbia cuanto la rodea; y por tanto, la realidad huye, y lo que no se aparece siempre en su camino, torciéndolo y engañándola. Todos los sentidos se desordenan con esta pasión terrible de la Cólera, y ¡ay del alma que llega a ser su presa! Vivirá desgraciada y si no se detiene, tal vez los pecados a que pueda conducirla sean ocasión de su perdición eterna.

¡Oh Satanás, cuántas conquistas haces con este maldito vicio que oscurece la razón del hombre!

La cólera, sin embargo, como principio o germen activo en el corazón del hombre, es una fuerza buena y de grandes provechos, puesto que, bien ordenada, proporciona a las almas grandes merecimientos; pero el mal del temperamento ardiente del colérico, consiste en el desordenado uso de tal pasión, y en que lejos de refrenar sus ímpetus, le da rienda suelta, dejándola crecer y desarrollarse y dominar a la razón y a la voluntad.

El remedio para este mal consiste en el Dominio propio, y tanto para la madre como para la hija, es decir, para la Ira como para la Cólera, su antídoto está en el Sacramento del Altar, en la recepción continua de aquel Corazón todo Dulzura Paciencia, Mansedumbre y Humildad. Este es el remedio de los remedios, la fortaleza del alma, el contraveneno para todos los vicios, la fuente inagotable de todo lo bueno, santo y perfecto. Ahí está el foco eterno de las virtudes, el Amor más grande y el Dolor más sublime por los cuales desciende todo bien a las almas que lo buscan con avidez y constancia. Esa Carne purísima e inmaculada y ese Vino que engendra Vírgenes, son la curación, y también el preservativo de todos los vicios.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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