Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

12.4.18

De las virtudes y de los vicios: pobreza espiritual perfecta


La Pobreza espiritual perfecta está alabada por Mí mismo en la primera Bienaventuranza e indico el premio a que es acreedora el alma que la posee.

El reino de los cielos es más de los pobres de espíritu y mil veces más que de los pobres del cuerpo. Los pobres de espíritu son los que devuelven los dones al Dador de ellos, los que es renuncian totalmente: los que mueren a su propia voluntad, para vivir tan sólo de la Mía.

De todos éstos es el Reino de los cielos. También es el Reino de los cielos de los obedientes, porque los Obedientes triunfarán desde el momento que se doblegan.




Los obedientes cantarán victoria: mas, ¿en dónde? En su Reino, en el Reino eterno de los cielos.

La pobreza espiritual perfecta y la Obediencia espiritual perfecta son hermanas y de ambas es el Reino de los cielos. ¡Bienaventuradas las almas que las poseen!

Y esto no es más que un acto de mi justicia porque el que se renuncia a sí, me tiene a Mí; y el que todo lo da, también me posee a Mí; y el que muere a sí mismo, resucita en Mí; y el que nada tiene lo tiene Todo.

Este Todo soy yo mismo.

Mi libertad es muy grande; ya que por un poco de tierra doy un cielo.

Al alma criada, que se da, se le da a ella un Dios increado.

Y ¿quién podrá medir la distancia que hay entre Dios y la criatura? Si comparan la dádiva, su asombro crecerá y llegará la admiración a su colmo, si pudieran solamente entrever lo que es el eterno premio de mi Reino infinito.

¡Feliz el alma que llega a poseer estas virtudes espirituales perfectas! No sabe el Oasis de los tesoros que tiene a su disposición. El mundo ignora esta última perfección, la cual es practicable y que escala el cielo, hasta llegar a poseerlo.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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