Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

8.4.18

Nuestro Señor Jesucristo nos llama a la confianza


Voz de Cristo, voz misteriosa de la gracia que resuenas en el silencio de los corazones, tú murmuras en lo más hondo de nuestras conciencias palabras de dulzura y de paz. A nuestras presentes miserias repites aquella palabra que el Maestro pronunciaba tan frecuentemente durante su vida mortal: "¡Confianza, confianza!".

Al alma culpable, oprimida bajo el peso de sus faltas, Jesús decía: "Confía, hijo, tus pecados te son perdonados". "Confianza", decía también a la enferma abandonada que sólo de Él esperaba la cura, "tu Fe te ha salvado". Cuando los Apóstoles temblaban de pavor viéndole caminar en medio de la oscuridad sobre el lago de Genesaret, Él los tranquilizaba con esta expresión que les restablecía la paz: "Tened confianza, soy Yo, no temáis". Y en la noche de la Cena, conociendo los frutos infinitos de su Sacrificio, Él profería, al partir hacia la muerte, ese grito de triunfo: "¡Confiad! ¡Confiad! ¡Yo he vencido al mundo!".




Al salir de sus labios adorables, vibrante de ternura y de piedad, esta palabra divina operaba en las almas una transformación maravillosa. Un rocío sobrenatural les fecundaba su aridez, rayos de esperanza les disipaban las tinieblas, una tranquila serenidad ahuyentaba sus angustias. Porque las palabras del Señor "son espíritu y son vida". "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".

Como otrora a sus discípulos, es ahora a nosotros, a quienes nuestro Señor invita a la confianza. ¿Por qué rehusaríamos oír su voz?

P. Raymond de Thomas de Saint Laurent | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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