Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

14.6.17

La tierra futura


Siempre que hablamos del alma, o más bien del espíritu, y su relación con el cuerpo, comienzan a surgir dudas de lo más variopintas hasta en los cristianos más fervientes. A la par, suele ser un tema recurrente que una y otra vez mencionan los ateos y no creyentes, poniendo a muchos cristianos en una posición francamente comprometida, sin saber muy bien qué responder o cómo salir de ella.

Unido a esto hay que decir que, aunque hubo muchísimos debates y se afrontó la cuestión por parte de teólogos de todo tipo, de santos, y de estamentos dispares de la Iglesia, no hay una respuesta que lo aclare de manera contundente o que, al menos, sea suficientemente esclarecedora sin necesidad de recurrir al socorrido argumento de la fe: "hay que creer", "da igual cómo ocurra, hay que tener fe".




Por supuesto que hay que tener fe, pero ¿por qué nos cuesta tanto responder a cuestiones entre la relación del espíritu y del cuerpo, si es algo que día a día experimentamos? Me refiero a las fuerzas contrapuestas entre el bien que queremos hacer, y al mal que acabamos haciendo (como bien lo dice San Pablo, -Romanos 7:19-).

Abordemos el tema con toda su aspereza, pero con serenidad. Por ejemplo, un ateo nos puede decir (puede que ya nos lo hayan dicho), que, pongamos el caso, él se pone a devorar un embrión. Un embrión de dos días, ¿está cometiendo una atrocidad? ¿Un pecado? ¿Cuándo es realmente pecado? ¿Cuándo llega el espíritu a la persona? La Iglesia dice que un ser se puede considerar persona ya en el momento de la concepción, pero ahora bien, ¿cuándo ocurre ésto? Ni la ciencia se pone de acuerdo en cuándo ocurre, ¿cuando comienza la división de las células? ¿Cuando "envía" Dios el espíritu de esa persona? La verdad es que respecto a la Iglesia (y a la ciencia) podemos encontrar respuestas de lo más variadas, según avanzaba el pensamiento, la sociedad y el conocimiento, éstas se fueron adaptando a los tiempos.

Por desgracia pocos afrontaron el problema de fondo, y lo encararon sin miramientos. Y ese problema de fondo es que contemplamos y analizamos esas cosas desde la perspectiva humana (obviamente, no tenemos otra), pero Dios no actúa desde la perspectiva humana, ni de lejos. Dios supera ampliamente no solo el conocimiento humano, sino nuestra imaginación (por inmensa que ésta sea). Debemos, por lo tanto, acercarnos -o intentarlo mínimamente- desde la escala divina, una escala magníficamente ampliada respecto de nuestro propio entendimiento.

Así, no debemos pensar que hay un "minuto cero" en el cual el ser humano es creado, o concebido, desde la acción divina. Ni mucho menos. Dios, en su plan para la humanidad, ya tenía conocimiento de cada uno de nosotros y desde que emerge ese pensamiento, nosotros -o nuestro espíritu- fluye en la divinidad. Es un concepto difícil de ver, porque nos transciende enormemente, pero es que Dios no puede contemplarse desde nuestras limitaciones de momento, lugar, estaciones, cambios y caducidades. De ninguna manera. Por eso mismo, aunque todos hayamos sido concebidos por carne y sangre, nuestra naturaleza trasciende esas fronteras meramente físicas. Dios conoce y sabe cuántos fuimos, cuántos seremos y cuantos habrá hasta el final de los tiempos.


Esta preexistencia se explica porque nuestra relación con el cuerpo es tan íntima que sin él no tendríamos noción de nosotros mismos. A diferencia de los ángeles, el ser humano desarrolla conciencia de sí y recuerdos a medida que se desarrollan las redes neuronales de su cerebro, es un hecho científico y probado. Esto llega más allá: las ánimas del purgatorio han dado muestras en muchas ocasiones de que su relación con el cuerpo se mantiene aunque éste ya haya desaparecido, y la Biblia nos dice que nuestro cuerpo mortal será glorificado al final de los días.

La mayor diferencia se encuentra en que, mientras ahora el espíritu se encuentra sometido a la carne, luego será al revés: será la carne quien se someterá al espíritu. Y como la carne le transmitía antes al espíritu toda su natualeza que le era propia (depravación, necesidades, vicios...), el espíritu le transmitirá las que, por naturaleza también, le son suyas: inmortalidad, virtudes, benevolencia...

Alguien puede decir: ¿por qué entonces no tenemos recuerdos de nuestros propios primeros años? Porque no había redes neuronales capaces de conservarlos, y por eso mismo aducen los no creyentes que el espíritu no existía. Pero ese mismo razonamiento se contradice: porque, aunque nosotros -o la mayoría- no teníamos recuerdos de nuestros primeros meses y años de vida en el cuerpo en el que ahora habitamos, sin embargo ¡sí existíamos! Lo mismo que el espíritu, nuestro espíritu, sí existía aunque nuestro cuerpo no estuviera formado. Al fin y al cabo procedemos de Dios, que nos ha creado por su amor, y hacia Dios vamos, y no seremos felices y nada nos llenará mientras no sea Dios, porque de Él partimos.

Pero si esto es así -puede preguntarse alguien- los miles de miles de millones de seres y personas que han nacido a lo largo de todos los tiempos ocuparían en ese "mundo futuro" un espacio descomunal. Pues sí, pero no te preocupes por el espacio, ¿crees que no hay suficiente espacio en el cosmos, siendo infinito? Dios puede crear una tierra del tamaño de una galaxia, del tamaño de mil galaxias. O del tamaño del universo entero. No pierdas el sueño por el espacio que tendrás. La Biblia nos habla de esa tierra nueva, con una inmensa y gloriosa ciudad nueva. Para Dios no hay límites.


Cuando somos conscientes de estas realidades nos damos más cuenta no solo de nuestra trascendencia, sino del pecado y peligro que supone romper los planes de Dios. Para cada uno de nosotros quiere lo mejor, cuando los vicios, las concupiscencias y el incumplimiento de sus mandamientos llevan a que familias desestructuradas engendren niños están yendo contra la ley de Dios, aunque él siempre se arreglará para que esa persona pueda aprovecharse los medios para salvarse. Me refiero a salvar su alma, que es lo importante.

Dios tiene conocimiento de todos y cada uno de nosotros y sabe dónde va a nacer el próximo niño, e incluso si naceremos, porque muchos ni siquiera llegarán a desarrollarse como seres humanos aunque su espíritu exista, y por ello serán realmente "como ángeles de Dios", como Cristo nos dice. Por eso, los humanos que vemos, los que existen, los que han existido y existirán, son una ínfima parte de la cantidad de personas que realmente habrá en la tierra futura, porque muchos de ellos no habrán visto la luz y sus padres, aun sin saberlo a veces, tendrán que responder por ese pecado.

En el mundo físico la unión de dos sexos da lugar a un nuevo ser de carne, pero en el mundo espiritual esto no tiene razón de ser, todos nosotros existimos y existiremos, para bien o para mal, y los humanos, hombres y mujeres, juzgarán y someterán al resto (como nos dicen las Escrituras). Por eso es tan importante lo que hagamos hoy, aquí, para nuestra eternidad, para nuestro porvenir.

No intentemos encerrar a Dios en nuestros propios y estrechos conceptos científicos, Dios no cabe ahí. Debemos pensar en grande, en mucho más grande, porque Dios es omnipotente y lo abarca todo. Lo que tú consideras y ves es solo una pequeña porción, una esquinita, una minúscula parte, del mundo real. Cuando te subes a un avión te das cuenta de que esa pequeña parte de tu mundo físico es muy limitada respecto al resto del mundo que ves, así que muchísimo mas respecto al mundo espiritual, algo tan inmenso que no nos lo podemos ni imaginar. Despierta, pues, porque solo así te darás cuenta de que estabas dormido y de la dimensión ridícula de tus sueños comparados..., con la auténtica realidad.

Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

1 comentario:

  1. Dios ama tanto al hombre que quiere que vivamos con él y para él, como sus hijos y por lo tanto como su pueblo, que vivamos con Él, junto a Jesucristo y por la eternidad, en la tierra nueva y la santa ciudad, donde no existirá el árbol de la ciencia del bien y del mal que si existió en el Génesis y de donde vino el pecado, en la nueva tierra existirá solamente el árbol de la Vida que estará ubicada en mitad de la ciudad de Dios y por lo tanto ya no existirá más el pecado, la verdad es que tengo muchas ganas de conocer el famoso árbol de la Vida que ya se encontraba en el jardín del EDÉN, pero para eso faltan todavía un poco más de +1000 años, la de cosas que tienen que pasar todavía, uffff

    Lo increíble de todo es pensar que DIOS hizo al hombre a su imagen y semejanza y que haya pensado en nosotros para salvarnos (los creyentes en el Evangelio de Cristo) sin merecerlo y encima que quiera compartir la vida eterna y su gloria con todos los salvos en su Ciudad Santa, no hay palabras…


    Romanos 8: 16-39

    16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 
    17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. 
    18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 
    19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 
    20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 
    21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 
    22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 
    23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 
    24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 
    25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. 
    26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 
    27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
    28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 
    29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 
    30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. 
    31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 
    32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 
    33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 
    34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
    35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 
    36 Como está escrito: 
    Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; 
    Somos contados como ovejas de matadero.
    37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 
    38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 
    39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

    Amén.

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