Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

18.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (I)



Preámbulo.
Sabemos que hemos de morir, pero ignoramos de qué enfermedad, o por qué accidente, en qué año ocurrirá, qué mes, qué día, en qué lugar, entre qué clase de personas, en qué disposiciones personales nos encontraremos...

Todo es incierto menos la muerte.

Cada año que vemos comenzar puede ser el que nos traiga el fin de nuestra vida, y es indudable que, uno de ellos, tiene forzosamente que traérnoslo.

Muy conveniente será, por tanto, que ya que no lo hagamos con la frecuencia con que suelen practicarlo las personas más devotas, por lo menos al principio de cada año dediquemos siquiera tres días a recordar el infalible término que se nos viene acercando, y adelantemos algunas obras buenas -que es harto dudoso tengamos el tiempo y el ánimo de hacerlas debidamente en el trance angustioso de la muerte-.

Con tal objeto proponemos a todos nuestros seguidores y oradores el siguiente ejercicio por tres días, que deben elegirse, si es posible, entre los días del primer mes del año.




| practicapreparacionmuerte |



17.1.24

Canto de un corazón que se eleva en agradecimiento a Dios nuestro Padre



¿No es delirio, Señor?, Tú, el absoluto en belleza, poder, inteligencia;
Tú, de quien es la perfección esencia
y la felicidad santo atributo;

Tú, a mí -que nazco y muero como el bruto-,
Tú, a mí -que el mal recibo por herencia-,
Tú, a mí -precario ser, cuya impotencia sólo estéril dolor tiene por fruto...-.

¿Tú me buscas, ¡oh Dios!, Tú, el amor amío
te dignas aceptar como victoria
ganada por tu amor a mi albedrío?

¡Si!, ¡no es delirio que a la humilde escoria
digno es de tu infinito poderío
hacer capaz de acrecentar tu gloria!


16.1.24

Alabanza a la grandeza de Dios (en sí mismo y en sus obras), inspirándose en el salmo 103



¡Bendice, oh alma mía,
bendice de tu Dios la omnipotencia,
y difunde con ecos de alegría
su sabia providencia!

Es, ¡oh Señor!, la inmensidad tu asiento,
la luz tu vestidura,
tarima de tus pies el firmamento,
de tu querer el universo hechura.

Las brillantes estrellas
son de tus pasos luminosos huellas;
tus ministros los fúlgidos querubes,
tus agentes los puros elementos,
tus carrozas las nubes
y tus corceles los vientos.


15.1.24

Oración para cuando nos enfrentamos a tentaciones



Señor, tendedme la mano como a San Pedro, porque estoy a punto de sumergirme en el fango. A Vos clamo en la hora del peligro, y hacia Vos se levantan mis miradas, porque sois mi Dios y podéis socorrerme; sois mi Padre y queréis hacerlo.

Yo espero, pues, con entera confianza en vuestra asistencia, y cuanto mayor siento mi flaqueza más confío en que me daréis la fuerza para resistir y vencer.

Pongo en vuestras manos mi alma combatida, que es obra vuestra y conquista de vuestro amor; libradla por vuestra gloria.

Decid al mar "cálmate", y al aquilón "no soples más", y se hará gran calma (Marcos IV, 39).

Amén.


14.1.24

Oración para cuando nos encontramos enfermos



Sólo puedo tener semejanza con Vos, Jesús mío, por los dolores, pues tan opuesta a vuestra santa vida siempre fue mi pecadora existencia terrenal.

Por ello, la enfermedad que ahora me aqueja debo de considerarla como un gran favor, y como tal la bendigo humilde, postrando mi espíritu a vuestros pies.

Dignaos unir estos dolores, Señor, con todos los que a Vos os plugo padecer, y presentadlos en pago de mi deuda a la justicia del Supremo Juez.

Además de esta gracia, os pido la de darme paciencia y esperanza, así como amor y fe para que, viva o muera el mísero cuerpo carnal, mi alma halle en Vos su bien soberano.

Amén.


Jaculatoria a nuestra Señora del Carmen, ante la enfermedad:

¡Salud de los enfermos y Refugio de pecadores! ¡Consoladora de los afligidos y Esperanza del Carmelo! Rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Amén.