Asimismo, también es muy propia esta oración para encomendar a Nuestra Señora -poniéndola bajo su protección-, la familia que nos ha dado el cielo.    El olor de tus perfumes
  me atrae, ¡oh Mística rosa!,
  y aspirarlos fervorosa
  quisiera mi alma a tus pies,
  pues ellos la embalsamaron
  cicatrizando su herida, 
  y hoy pretende agradecida
  que algo que darte le dés.  
  Tú eres Estrella del alba,
  haz brotar, pues, con tus albores
  de devoción santas flores
  que rendir pueda en tu altar,
  cual rasgando sombras tristes
  durante mi noche oscura
  supiste con tu luz pura
  mi corazón alumbrar.  
  ¡Causa de nuestra alegría!,
  santificarla te toca
  pues que la Iglesia te invoca
  Puerta del Cielo también,
  y que probarme te plugo
  al escuchar mis gemidos
  que eres Madre de afligidos
  y de los flacos sostén.  
  Nada tengo, nada darte puedo,
  ¡oh Reina de los Santos!
  aunque de favores tantos
  deudor confieso ser,
  pero pues Madre de gracia
  te nombra el orbe cristiano
  vengo a implorar de tu mano
  lo que te anhelo ofrecer.  
  Y es, Señora, amor tan grande
  por el Hijo que es tu gloria
  que de mis culpas la historia
  consiga borrar al fin,
  y al dejar la tierra mísera
  en que hoy gime desterrada
  mi alma te halle en la morada
  donde te canta el serafín.  
  ¡Santa Reina de los ángeles!,
  por tu dicha y honra inmensa
  te ruego me dés defensa
  del mundo en la áspera lid,
  para que el fiero enemigo
  que nos persigue tirano
  pruebe que no eres en vano
  Fuerte torre de David.  
  ¡Refugio de pecadores!,
  no deseches mi esperanza
  y pues que a todos alcanza
  tu tierna solicitud,
  sé siempre la protectora
  de la familia que amo
  y por la cual hoy te aclamo
  de los enfermos salud.  
  ¡Oh auxilio de los cristianos!,
  tu patrocinio nos valga
  cuando el espíritu salga
  de esta cárcel terrenal;
  y en aquella patria eterna
  que nos conquistó tu Hijo
  entremos con regocijo
  bajo tu manto real.  
  A cuantos amo te entrego,
  no los rechaces, María,
  mi pecho te los confía
  Madre santa del Carmelo,
  y tu poder sin medida
  bendiga por doquier el hombre
  cuando con gozo te nombre
  Gloriosa Madre de Dios.