Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

13.1.24

Plegaria para cuando se acuda o se presencie un bautizo



Te rogamos, Padre Eterno, por el nombre de Jesús, que comuniques la virtud de su sangre a estas aguas.

Purificada por esas aguas, renazca a la luz esta alma, y alcance santo derecho al patrimonio común de los fieles cristianos que, a la sombra de la cruz, van marchando para gozarte en el cielo con eterna beatitud.

Amén.


12.1.24

Oración a la bienaventurada Virgen María, por habernos socorrido en medio de conflictos



Asimismo, también es muy propia esta oración para encomendar a Nuestra Señora -poniéndola bajo su protección-, la familia que nos ha dado el cielo.

El olor de tus perfumes
me atrae, ¡oh Mística rosa!,
y aspirarlos fervorosa
quisiera mi alma a tus pies,
pues ellos la embalsamaron
cicatrizando su herida,
y hoy pretende agradecida
que algo que darte le dés.

Tú eres Estrella del alba,
haz brotar, pues, con tus albores
de devoción santas flores
que rendir pueda en tu altar,
cual rasgando sombras tristes
durante mi noche oscura
supiste con tu luz pura
mi corazón alumbrar.

¡Causa de nuestra alegría!,
santificarla te toca
pues que la Iglesia te invoca
Puerta del Cielo también,
y que probarme te plugo
al escuchar mis gemidos
que eres Madre de afligidos
y de los flacos sostén.

Nada tengo, nada darte puedo,
¡oh Reina de los Santos!
aunque de favores tantos
deudor confieso ser,
pero pues Madre de gracia
te nombra el orbe cristiano
vengo a implorar de tu mano
lo que te anhelo ofrecer.

Y es, Señora, amor tan grande
por el Hijo que es tu gloria
que de mis culpas la historia
consiga borrar al fin,
y al dejar la tierra mísera
en que hoy gime desterrada
mi alma te halle en la morada
donde te canta el serafín.

¡Santa Reina de los ángeles!,
por tu dicha y honra inmensa
te ruego me dés defensa
del mundo en la áspera lid,
para que el fiero enemigo
que nos persigue tirano
pruebe que no eres en vano
Fuerte torre de David.

¡Refugio de pecadores!,
no deseches mi esperanza
y pues que a todos alcanza
tu tierna solicitud,
sé siempre la protectora
de la familia que amo
y por la cual hoy te aclamo
de los enfermos salud.

¡Oh auxilio de los cristianos!,
tu patrocinio nos valga
cuando el espíritu salga
de esta cárcel terrenal;
y en aquella patria eterna
que nos conquistó tu Hijo
entremos con regocijo
bajo tu manto real.

A cuantos amo te entrego,
no los rechaces, María,
mi pecho te los confía
Madre santa del Carmelo,
y tu poder sin medida
bendiga por doquier el hombre
cuando con gozo te nombre
Gloriosa Madre de Dios.


11.1.24

Copla a Jesucristo, en momentos en que nos sintamos dañados por otros



Versos de un alma arrepentida tras haber sentido impulsos de venganza, odio y enojo, por un daño recibido.


Dulce Jesús, buen Maestro,
cuyos preceptos divinos
son perdonar las ofensas
bendiciendo al que nos las hizo.

Vos, que en la Cruz del Calvario,
sufriendo infame suplicio
rogábais al Padre Eterno
por los verdugos impíos,

mirad postrarse ante Vos
mi corazón intranquilo,
porque preceptos y ejemplos
puso culpable en olvido
tumultuosas pasiones
que aún quieren alzar sus gritos,
y con sus impulsos tiranos
turbaron mi pecho mísero.

A vuestros pies lo deploro
contemplando hoy el abismo
del que me habéis apartado
por vuestro amor infinito.

Gracias os doy, y perdono
-según mandato divino-
a cuantos mal me hayan hecho
o hacérmelo hayan querido.

Hacednos misericordia
a ellos y a mí, Juez benigno,
pues todos somos hermanos
por vuestra cruz redimidos.

Mas libradme siempre Vos
del verdadero enemigo,
del que solo temer debo
y del que sólo abomino.

Libradme, sí, buen Jesús,
del espíritu maligno,
y que todo en gloria sea
de vuestro nombre santísimo.

Amén.


10.1.24

Oración de gratitud hacia Dios



Proclamen las naciones, divulguen cielo y tierra, la paternal clemencia del Dios que mi alma adora. A su gloria se levanten, con eterna resonancia, mil himnos de bendición que llenen las esferas.

¡Y tú, mi humilde lira, vuelve a agitar tus cuerdas, y entrega al viento armónicos sonidos!

Mas, ¿quién, Ser inefable, quién hay que pueda cantar las obras de tu poder, y las innumerables muestras de tu bondad? ¿Qué mente las puede evaluar, qué labio las puede expresar, aunque las fé las mire y aunque las sienta el amor?

Tú eres, ¡mi Dios!, Tú eres inmensa misericordia, poder inenarrable, fidelidad suprema.

Tú eres gozo para el triste, para el desvalido eres la fuerza, del moribundo eres la vida, del indigente eres su herencia.

Tú eres el amigo firme que olvida las ofensas; Tú eres el padre tierno que espera al hijo pródigo.

Tú eres el fiel esposo que guarda sus promesas, y el buen pastor que corre tras la oveja descarriada.

¡Oh, Rey omnipotente! Tu resplandor me ciega, tu majestad me asombra, tu juicio me aterra.

Mas, de tu amor divino me das tan grandes pruebas, acercándote por tu piedad a mi indigna alma, que olvidándome de glorias y miserias sólo acierta a amarte, pues solo amante te halla.

Recuerdo que en mis días de acerva desventura, clamé por ti y al punto acudiste a mi defensa. Tu voz me dió consuelo, tu soplo fortaleza, y del oscuro abismo tu diestra me levantó.

Te confié mi causa, y te encargaste Tú de ella, abriendo ante mis pasos una senda ancha y segura.

Tú, que jamás desoyes las quejas del afligido, ni su esperanza burlas, ni su humildad desdeñas, ¡oh Padre de los pobres!, conserva con tu poder siempre en mi pecho impresas tus célicas bondades.

Las gracias que te tributo, postrado en tu presencia, repita con gratitud mientras tenga aliento.

Te consagro mi vida, de mi alma te hago entrega, y de cuanto tú me diste te rindo humilde ofrenda. Te suplico ardientemente que quieras recibirla, y me impongas a cambio las dulcísimas cadenas de tu amor.

Y a la vez, entonen ¡gloria! los cielos y la tierra en tu honor, llenando las esferas con mil himnos de bendición.

Mas tú, mi pobre lira, no agites más tus cuerdas; humilde y silenciosa se postre mi cabeza y, en el interior de mi alma, a solas con el Señor, y solo para el Señor, bendiga al Bienhechor Divino; Bendito su santo Nombre siempre sea.

Amén.


9.1.24

Plegaria cuando acompañamos o presenciamos un entierro o una cremación



Que ese cuerpo que vuelve al polvo del que salió, donde dormirá a la sombra del signo de redención, despierte de nuevo glorioso a vuestro mandato, Señor, y así, goce la vida eterna que Jesús le conquistó.

Dadle paz a sus cenizas, y a su alma el perdón, te rogamos por vuestro Hijo, Padre inmortal.

Requiescat in pace. Descanse en paz.