Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

10.1.24

Oración de gratitud hacia Dios



Proclamen las naciones, divulguen cielo y tierra, la paternal clemencia del Dios que mi alma adora. A su gloria se levanten, con eterna resonancia, mil himnos de bendición que llenen las esferas.

¡Y tú, mi humilde lira, vuelve a agitar tus cuerdas, y entrega al viento armónicos sonidos!

Mas, ¿quién, Ser inefable, quién hay que pueda cantar las obras de tu poder, y las innumerables muestras de tu bondad? ¿Qué mente las puede evaluar, qué labio las puede expresar, aunque las fé las mire y aunque las sienta el amor?

Tú eres, ¡mi Dios!, Tú eres inmensa misericordia, poder inenarrable, fidelidad suprema.

Tú eres gozo para el triste, para el desvalido eres la fuerza, del moribundo eres la vida, del indigente eres su herencia.

Tú eres el amigo firme que olvida las ofensas; Tú eres el padre tierno que espera al hijo pródigo.

Tú eres el fiel esposo que guarda sus promesas, y el buen pastor que corre tras la oveja descarriada.

¡Oh, Rey omnipotente! Tu resplandor me ciega, tu majestad me asombra, tu juicio me aterra.

Mas, de tu amor divino me das tan grandes pruebas, acercándote por tu piedad a mi indigna alma, que olvidándome de glorias y miserias sólo acierta a amarte, pues solo amante te halla.

Recuerdo que en mis días de acerva desventura, clamé por ti y al punto acudiste a mi defensa. Tu voz me dió consuelo, tu soplo fortaleza, y del oscuro abismo tu diestra me levantó.

Te confié mi causa, y te encargaste Tú de ella, abriendo ante mis pasos una senda ancha y segura.

Tú, que jamás desoyes las quejas del afligido, ni su esperanza burlas, ni su humildad desdeñas, ¡oh Padre de los pobres!, conserva con tu poder siempre en mi pecho impresas tus célicas bondades.

Las gracias que te tributo, postrado en tu presencia, repita con gratitud mientras tenga aliento.

Te consagro mi vida, de mi alma te hago entrega, y de cuanto tú me diste te rindo humilde ofrenda. Te suplico ardientemente que quieras recibirla, y me impongas a cambio las dulcísimas cadenas de tu amor.

Y a la vez, entonen ¡gloria! los cielos y la tierra en tu honor, llenando las esferas con mil himnos de bendición.

Mas tú, mi pobre lira, no agites más tus cuerdas; humilde y silenciosa se postre mi cabeza y, en el interior de mi alma, a solas con el Señor, y solo para el Señor, bendiga al Bienhechor Divino; Bendito su santo Nombre siempre sea.

Amén.


9.1.24

Plegaria cuando acompañamos o presenciamos un entierro o una cremación



Que ese cuerpo que vuelve al polvo del que salió, donde dormirá a la sombra del signo de redención, despierte de nuevo glorioso a vuestro mandato, Señor, y así, goce la vida eterna que Jesús le conquistó.

Dadle paz a sus cenizas, y a su alma el perdón, te rogamos por vuestro Hijo, Padre inmortal.

Requiescat in pace. Descanse en paz.


8.1.24

Plegaria para cuando se asista a una agonía



Del sufriente que agoniza tened, Jesús, compasión, y perdonadle las culpas que pueda tener y con las que ciegamente os ofendió. No permitáis que descargue la muerte su horrible hoz, sin que antes su alma experimente una saludable contricción.

Que la luz de vuestra gracia brille triunfante ¡oh mi Dios!, disipando las tinieblas y el horror de esta hora.

Por vuestros padecimientos en la cruz os pido que no despreciéis mi oración, ni miréis mi indignidad que reconozco y confieso, y por la cual me duelo. Sino, más bien, ved solamente esas llagas que vuestro amor os ha impreso, las cuales claman misericordia mucho más alto que mi oración.

Misericordia, pues, Jesús, misericordia, mi Señor, para esa alma que del mundo parte llamada por Vos.

En su auxilio también humildemente invoco con todo mi corazón a la Reina de los Santos, nuestra Señora del Carmelo, refugio de los pecadores y auxiliadora en las angustias.

Que toda la corte celestial acuda también veloz, rogando ante Dios misericordia; clamando misericordia ante Ti, Señor.

Amén.


Nota: Se acompaña de un Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Si las circunstancias del momento lo permiten, es conveniente recitar también las Letanías de los Santos, diciendo: "tened piedad de su alma" y "rogad por su alma", en lugar de "tened piedad de nosotros" y "rogad por nosotros".


7.1.24

Plegaria para cuando el Santísimo Viático es llevado a un enfermo



Que aquel a quien sois llevado recobre, ¡oh Dios!, la salud, por la inefable virtud de vuestro sagrado cuerpo.

Mas, si ha llegado el momento del forzoso trance, de tal suerte lave su alma vuestra sangre redentora que, según mi alma lo implora, la vida encuentre tras la muerte.

Amén.


Jaculatoria:
¡Salud de los enfermos! ¡Refugio de los pecadores! ¡María Madre carmelitana! Rogad a vuestro Divino Hijo por el paciente a quien se digna ir a visitar.

Amén.



6.1.24

Bendición de la mesa durante las comidas



El que preside (o quien por turnos se encargue de encabezar la bendición) dice:

Gracias te damos, Divina Providencia, gracias te damos humildemente, porque a todos los seres dispensas el sustento cada día.

Ese sustento que también nosotros recibimos ahora de tu mano, te rogamos que tu santísima bendición le acompañe, manteniendo al espíritu y al cuerpo tan sano que no le dañe ningún mal.


Todos los presentes responden:

Amén.


Concluida la comida, quien la ha bendecido al principio dirá:

Repitamos humildes acciones de gracias al Señor, nuestro Dios, de quien todo bien procede.


Todos los presentes responden:

Bendito y alabado sea por los siglos de los siglos. Amén.