Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

25.12.23

Homenaje al Señor en Navidad



¡Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!


¡Oh divino Jesús recién nacido!, permitid que, repitiendo jubilosos las angélicas palabras, vengamos como los pastores de Belén a adoraros con sencilla fe en la humilde cuna que habéis escogido para Vos. Permitidnos glorificar ante Vos y por Vos al Padre omnipotente, cuya benéfica voluntad venís a ejecutar en la tierra, y al paráclito Espíritu Divino por cuya operación inefable fuisteis encarnado en el virgíneo seno de María.

Transportándose nuestro pensamiento al venturoso pesebre, os contemplamos llenos de alegría en aquellos purísimos y maternales brazos de la que fue bendita entre todas las mujeres, y nos unimos a cuantas generaciones la han aclamado y aclamarán bienaventurada, por las cosas grandes que ha hecho en ella el que es Todopoderoso, cuyo nombre es santo, y cuya misericordia se extiende de siglo en siglo a todos cuantos le temen.

¡Oh Salvador del mundo! Dignaos aceptar, por la augusta mediación de esa Madre gloriosa y del fiel custodio de vuestra infancia, San José, los humildes homenajes de nuestra indignidad, y en gozo de vuestro fausto nacimiento, concedednos el perdón de todas nuestras culpas, gracia para no volver a cometerlas, y a cada uno -si conviene- el favor especial que os pide (aquí se puede decir mentalmente lo que se desea alcanzar).

Pero no os pedimos solo para nosotros los divinos favores, pues para todos habéis nacido, Niño poderosísimo, y por todos debemos imploraros en esta gran hora de universal salud, como es vuestro deseo.

Recibid, pues, nuestros rendidos ruegos en favor de vuestra Iglesia, conservadla y santificadla más y más, colmando de bendiciones a su cabeza visible, nuestro Papa, a los obispos y demás pastores de vuestro espiritual rebaño.

Volved también, dulcísimo Jesús, volved la mirada piadosa de vuestros divinos ojos hacia los infieles, herejes y descreídos. Haced brillar vuestra luz para los que yacen entre sombras de muerte, y no permitáis que el infierno esclavice para siempre a ninguno de los que hicísteis vuestros hermanos, al revestiros de la naturaleza humana.

Sí, adorable Dios Niño, nosotros recurrimos a los inmensos tesoros de vuestra caridad en pro de todos los hombres, para que preservéis a los buenos de ominosas caídas, convirtáis a los malos, sanéis a los enfermos, consoléis a los tristes, defendáis a los perseguidos, confortéis a los débiles, protejáis a los desamparados, llaméis a vida eterna a los difuntos.

Nosotros os suplicamos, poniendo por interecesora a la bendita Virgen Madre, y Señora del Carmelo, y a su dignísimo esposo San José, que atendáis asimismo a los votos de nuestros corazones respecto a cuantas personas nos son particularmente queridas, tanto a las vivas como a las difuntas. Por ellos, y por cuantos dedican este día de Navidad con especial intención -a la que nos asociamos-, os rendimos, ¡amable Salvador recién nacido!, mil acciones de gracias por vuestra venida a este valle de lágrimas, como remedio de todas nuestras miserias; y os suplicamos se las tributéis por nosotros al Padre celestial, que nos ha colmando en Vos de toda suerte de bienes.

¡Viva Jesús! ¡Viva María! ¡Viva José!


Amén.

24.12.23

Práctica y homenaje para Nochebuena



¿Cuál es el cristiano que no haya sentido, cualesquiera que sean las circunstancias de su vida, la íntima y religiosa alegría que trae consigo cada año el santo aniversario del nacimiento de Cristo?

En medio de las brumas y de la melancólica desnudez del invierno, cuando el firmamento aparece como enlutado, cuando los campos sin verdor ni flores se cubren solamente con la monótona blancura de la escarcha y la nieve, cuando en vez de áuras balsámicas, que suspiren amorosamente, sólo se escuchan los silbadores vientos septentrionales... En medio, en fin, de toda la tristeza de la estación más rigurosa, ¿por qué divino encanto siempre es plácida y bella, para las almas creyentes, la larga noche del veinte y cuatro de diciembre?

Oración a San Roque (abogado contra las pestes y epidemias)



Bienaventurado San Roque, yo os saludo, os felicito y os imploro, como glorioso e importante en el feliz reino de las eternas delicias. Sed servido de aceptar mis respetos y mis súplicas, preservando -por vuestra intercesión- a mi cuerpo de los peligros de la peste, y más aún a mi alma del contagio de los vicios.

Sí, bendito del Señor: alcanzadnos la salubridad del aire, pero también la pureza del corazón a fin que, haciendo santo uso de la salud, logremos gozar con vos la inmortal felicidad que con vuestras virtudes merecísteis, y por la cual bendigo humildemente y rindo mil acciones de gracias (que os ruego le presentéis vos mismo) al soberano dispensador de todo bien perfecto.

Amén.


23.12.23

Homenaje a San Francisco Javier en su festividad (3 de diciembre)



Oración inicial:
Señor Dios mío, que quisísteis que los pueblos de las Indias fuesen incorporados a vuestra santa Iglesia por las predicaciones y los ejemplos del bienaventurado San Francisco Javier, dignaos concedernos que, al honrar su gloriosa memoria en este día, sepamos imitarle en las virtudes cuya alta recompensa goza ahora, por vuestra misericordia, en los tabernáculos eternos.

Amén.

22.12.23

Oración para el día de San Juan Bautista (24 de junio -solsticio de verano-)



Oración inicial:
Glorificado sea el Señor, que se dignó santificar al bienaventurado Precursor del Mesías desde antes que, saliendo del claustro materno, comenzara ante la luz del mundo su austera e ilustre vida. Amén.


Oración:
¡Oh vos, que según palabras de la Verdad misma, fuisteis en la tierra el más grande de sus servidores, y a quien nos complacemos en considerar en los cielos grande también, por el poder y la gloria que se os han otorgado! Recibid, bienaventurado Juan Bautista, los honores y las felicitacioens que os rinde mi corazón, asociándose a la Santa Iglesia, que hace de vos este día conmemoración respetuosa.

Vos que clamáis en el desierto (Isaías 40:3) para dirigir a los pecadores por los caminos del Señor, haceos oír también de nuestras almas y enderezad nuestros pasos, con vuestra asistencia, por la senda de la virtud que con tanta constancia practicásteis.

Vos, que vinísteis a la tierra para dar testimonio de la luz (S. Juan 1:6-34), alcanzad que esa divina luz nos ilumine, y que rindamos con nuestras obras testimonio de ella.

Vos, que merecísteis la honra de ser feliz precursor del Autor divino de la gracia, haced que este día sea también, mediante vuestros ruegos poderosos, precursor fausto para nosotros del día eterno que esperamos de esa misma gracia, para que os acompañemos en la felicidad de bendecir y ensalzar perpetuamente el supremo poder y la misericordia infinita, de Aquel que hace y recompensa a los santos.

Amén.