Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

22.8.22

No temáis



La verdadera razón por la cual no llegas a poder meditar es ésta, ¡y no me equivoco! Comienzas la meditación agitado y lleno de ansiedad. Esto es suficiente para que nunca alcances lo que buscas, porque tu espíritu no está concentrado sobre la verdad que meditas y no hay amor en tu corazón.

Esta ansiedad es vana. No sacarás de ella más que un gran cansancio espiritual y una frialdad de alma, sobre todo a nivel afectivo. Contra ello no conozco otro remedio que éste: salir de ese estado de ansiedad. Éste es, en efecto, uno de los mayores obstáculos para la práctica religiosa y la vida de oración.

De ninguna manera quiero dispensarte de la meditación simplemente porque te parece que no sacas ningún provecho de ella. A medida que vayas haciendo vacío en ti mismo, verás cómo te irás desprendiendo de este apego, y el Señor te hará el don de la oración que tiene guardado en su diestra.


San Pío de Pietrelcina (1887-1968).
Sacerdote capuchino italiano. Se le atribuyen hechos sobrenaturales, estigmas, bilocaciones, y lectura de conciencias de los fieles que se confesaban con él.


21.8.22

Grabados religiosos #3



"Milagro de San Francisco de Borja" (Francisco de Goya, Manuel Peleguer, 1807).
El crucifijo de San Francisco de Borja confirma con su sangre la reprobación de un pecador moribundo e impenitente.

19.8.22

Mensajeros, predicadores y misioneros



Benditos son los pies de los que llegan para anunciar la paz que el mundo espera, apóstoles de Dios que Cristo envía, voceros de su voz, grito del Verbo.

De pie en la encrucijada del camino del hombre peregrino y de los pueblos, es el fuego de Dios el que los lleva como cristos vivientes a su encuentro.

Abrid, pueblos, la puerta a su llamada, la verdad y el amor son don que llevan; no temáis, pecadores, acogedlos, el perdón y la paz serán su gesto.

Gracias, Señor, que el pan de tu palabra nos llega por tu amor, pan verdadero; gracias, Señor, que el pan de vida nueva nos llega por tu amor, partido y tierno.

18.8.22

San Juan Bosco (1815-1868); sacerdote y fundador



San Juan Bosco nació en Castelnuovo de Asti, Italia, en 1815. Huérfano de padre desde los dos años, su madre le inculcó una profunda fe cristiana. Ingresó en el seminario cuando tenía veinte años, y se ordenó sacerdote en 1841.

Se entregó a la educación de los jóvenes, para quienes fundó un oratorio, que luego trasladó al prado de Valdoco, en 1846.

En las afueras de Turín creó escuelas de artes y oficios para jóvenes.

Don Bosco fundó la Piadosa Sociedad de San Francisco de Sales, aprobada en 1889, la Unión de los Cooperadores, y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Todas estas obras tenían el fin de educar y enseñar un oficio a los jóvenes.

A partir de 1875, san Juan Bosco y sus discípulos emprendieron misiones en Iberoamérica.

Escribió numerosas obras, y murió el 31 de enero de 1868. Fue canonizado en 1934.


Cuando el sacerdote consagre sobre el altar el santísimo Cuerpo y Sangre del Señor, y cuando sea llevado a alguna parte, que todas las gentes, de rodillas, rindan alabanzas, gloria y honor al Señor, Dios vivo y verdadero.

San Francisco de Asís.


17.8.22

¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!



La virtud que el Señor recompensa, la virtud que él alaba es casi siempre la fe. Algunas veces alaba el amor, como en el caso de Magdalena; otras veces alaba la humildad, pero estos ejemplos son raros. Es casi siempre la fe la que recibe su aprobación y su alabanza. ¿Por qué?

Sin duda porque la fe es la virtud, aunque no más alta (la caridad la supera), sí la más importante, porque es el fundamento de todas las demás, incluida la caridad, y también porque la fe es la más escasa.

Tener fe, la fe verdadera que inspira toda acción, esta fe en lo sobrenatural que despoja al mundo de su máscara y muestra a Dios en todas las cosas; la fe que hace desaparecer toda imposibilidad, que hace que las palabras de inquietud, de peligro, de temor no tengan ya sentido; la fe que hace caminar por la vida con serenidad, con paz, con alegría profunda, como un niño que anda cogido de la mano de su madre; una fe que coloca al alma en un desapego tan absoluto de todas las cosas sensibles que son para ella nada, como un juego de niños; la fe que da tal confianza en la oración, como la confianza del niño que pide una cosa justa a su padre; esta fe que nos enseña que "todo lo que se hace fuera del agrado de Dios es una mentira", esta fe que hace verlo todo bajo una luz distinta -a los hombres igual que a Dios-. ¡Dios mío, dame esa fe, dámela!

Dios mío, creo, pero aumenta mi fe.

Dios mío, haz que ame y que crea, te lo pido por nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Beato Carlos de Foucauld.
Sacerdote. Murió asesinado por una banda de forajidos en el Sáhara argelino (1858-1916)