Desprecio de los bienes mundanos

15.8.21

Luces Matutinas: 3. Yo, ¿para qué nací?



Hay que preguntárselo al que me ha hecho y me está haciendo, a Dios.

Sin duda que he nacido para lo que Dios me ha hecho. Es decir, para cumplir su voluntad.

La cuestión es saber cuál es esa "voluntad de Dios" acerca de mí.

Dios ha hecho el sol para que alumbre y caliente, al árbol para que dé fruto de su especie, el bruto y las bestias para que vivan según sus instintos... ¿Y a mí, para qué?

A mí me ha creado libre, pero para que en esta vida le sirva libremente y después en la otra, goce eternamente en su presencia.

Dos cosas abarca mi problema:

1ª. Servir aquí en el tiempo a Dios, guardar sus mandamientos, cumplir mi deber.

2ª. Gozar después en la eternidad de la gloria, del premio de haberle servido, de haber cumplido con mi deber.

No me ha creado para ser aquí feliz: no puedo serlo. Eso es imposible. No existe felicidad en este mundo corrupto. Sino para guardar sus mandamientos, aun cuando esto me cueste mucho esfuerzo en muchas ocasiones.

La felicidad me la dará Él después cuando quiera.

El que me ha dado el ser, me lo ha dado como ha querido: aquí no me da ser feliz. Allí me dará serlo.

Yo, ¿para qué nacía? Para servir a Dios en esta vida temporal, y después gozar eternamente en la otra, perdurable.

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14.8.21

Luces Matutinas: 2. Yo soy un criado



Vengo de Dios como todas las cosas. Él me dio el cuerpo por medio de mis padres, y me dio el alma sacándola él mismo de la nada, para ponerla en mi cuerpo y darme vida. Soy todo de Dios.

Mi cuerpo y mis sentidos son de Dios; mi alma y mis potencias son más de Dios si cabe.

No soy mío. No me hice yo a mí mismo. No me di yo a mí mismo. Dios me ha dado a mí.

Ni sólo me ha dado, sino que continuamente me está dando, porque si él apartara de mí su mano sustentadora, volvería al fondo de la nada.

Gracias a que fluye constantemente su influjo y acción divina, vivo y soy. Dios me está constantemente sosteniendo.

Como se apagaría una lámpara eléctrica si se apartase el contacto y dejase de fluir la corriente, tal me apagaría yo, se anonadaría mi ser, si Dios apartase de mí su contacto.

Yo, pues, soy de Dios. Soy de Dios todo. Soy de Dios siempre. No puedo dejar de ser de Dios, porque entonces dejaría de existir. Dejar de ser de Dios sería volver a no ser nada. En Él vivimos, en Él nos movemos, en Él somos.

Soy, pues, un criado de Dios. Mucho más que los criados humanos lo son de sus señores. Porque a los criados no se les da más que algo de sueldo, el sustento. Pero Dios a mí me está dando constantemente el ser, me está sustentando todo el ser, me está criando incesantemente.

Adora y reverencia a Dios, tu Señor, de quien dependes totalmente. Agradece y sirve a tu Dios, tu Amor, que te sostiene. Ama a Dios, tu Padre, que te ama y da el ser. Sé humilde ante Dios, y reconoce tu nada sin Él.

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13.8.21

Luces Matutinas: 1: Yo



Te pongo aquí, amigo mío, unas breves consideraciones que desearía las leyeses y pensases un poco cada día.

Luces, las llamo, porque lo son del cielo.

Luces matutinas llamo a las primeras, porque deseo que tomes una cada día para alumbrarte con ella desde la mañana, a fin de no errar en tu jornada.

Luces vespertinas llamo a las segundas, porque deseo que tomes una cada tarde o cada noche antes de acostarte, para reconocer la jornada de aquel día, y para que te conozcas cómo has andado.

No dejes de tomar esta costumbre de encender una luz de las matutinas cada mañana, y una luz de las vespertinas cada noche.

Tienes una para cada día del mes.

Yo te doy la luz de Cristo, tú dale gracias y aprovéchala. Y, como se dice en Sábado SAnto, "Lumen Christi! Deo gratis! ("¡Luz de Cristo! ¡Demos gracias a Dios!").

"Conócete a ti mismo", decía uno de los Siete Sabios de Grecia. Voy, pues a pensar un poco en mí. ¿Qué soy yo? Soy un problema lleno de misterios.

No soy mío, no me pertenezco; a mí me han hecho. Todos cuantos conozco son, como yo, de Dios.

Yo soy de ayer. Hace pocos años no existía.

Yo soy impotente, necesitado, pobre de todo.

Yo soy muy pequeño; siento que hay otro superior a mí, otro que me manda, que me prohíbe, que me ve y vigila cuanto hago, que me reprende si obro mal, que me aprueba si obro bien, que me amenaza si no cumplo con mi deber, que me asegura si lo cumplo.

Yo soy ignorante y falible. ¡Qué poco sé! ¡Qué poco alcanzo!

Yo soy mudable, soy desgraciado, soy mortal, me acabo, me voy, no me puedo detener ni estarme quieto. Me empujan más allá, a la muerte, al fin. Marcho a paso incesante por la senda de la vida a la muerte...

Al mismo tiempo yo soy mío, yo soy libre; puedo hacer mucho, lo que me da la gana.

Yo soy inteligente, soy grande, valgo mucho, siento en medio de mi pequeñez un poder sobremundano, me conozco superior a todas las cosas, superior a toda la materia y a todo el mundo que me rodea, destinado a grandes cosas, creado para ser feliz, inmortal y eterno.

No soy una piedra, no soy una flor, no soy un perro... Soy mucho más. Y aun cuando muero sé que hay algo que me espera después de la muerte.

¡Qué poco valgo y cuánto valgo! ¡Sin Dios y sin respeto de Dios..., nada! ¡Con Dios y respeto del mundo, mucho! Debo ser humilde y puedo ser magnánimo. Sin Dios, nada; con Dios, mucho.

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12.8.21

Treinta y un consejos para una buena vida y una santa muerte



1- Ama a Dios más que a todas las cosas y personas.
2- Ten temor de Dios y no miedo de los hombres.
3- Confía en Dios mientras tengas algo de vida.
4- Ama mucho a la Iglesia, al Papa y su doctrina.
5- Procura tener una sólida instrucción religiosa.
6- Pide mucho a Dios que te salves, y te salvarás.
7- Ten frecuencia de sacramentos y serás bueno.
8- Si pecas gravemente confíesate cuanto antes.
9- Misa y comunión diaria son la mejor devoción.
10- Procura comprar, tener y leer libros buenos.
11- Lleva siempre algún escapulario o medalla contigo.
12- Ten en tu casa un Crucifijo y una imagen de la Virgen.
13- Los domingos y fiestas, reza, descansa, y goza.
14- Si vives en buenas ocasiones, serás bueno.
15- Si te metes en malas ocasiones, serás malo.
16- Métete en alguna congregación o sociedad religiosa.
17- Nunca te metas en asociaciones malas o peligrosas.
18- Los pecados más comprometidos y de peores consecuencias son: la deshonestidad, el hurto, y la maledicencia.
19- Haz bien, y sufre bien los sinsabores de cada día.
20- Haz el bien y nunca te arrepentirás de ello.
21- Si haces el mal, te arrepentirás tarde o temprano.
22- No leas periódicos, revistas ni libros malos.
23- No leas novelas sino muy pocas, y muy buenas.
24- Aprovecha bien el tiempo y ahorra el dinero.
25- Ten alegría, buen humor y diversiones buenas.
26- No tengas afán de gozar mucho, sino con templanza.
27- Trabaja para descansar, y descansa para trabajar.
28- Acostúmbrate a hacer bien todo y bien a todos.
29- A nadie hagas nunca mal.
30- Da lismona, toda la que puedas; no perderás nada.
31- Habla bien de todos y si no puedes, calla antes que hablar mal.

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11.8.21

Devoción que debemos tener a la Madre de nuestro Señor



Devoción a la Virgen del Carmelo es un deseo sincero de honrarla y de agradarla por ser Madre de Dios y madre nuestra.

El que piense bien la grandeza de la Madre de Dios y lo mucho que Dios la ama y favorece a los que son devotos de su Madre, el que medite la bondad de nuestra Madre y los muchos beneficios que obtiene de Dios para los hombres, no podrá menos de ser muy devoto de la Virgen María.

Lo esencial de su devoción es venerarla como Madre de Dios, por su excelencia casi divina, y amarla como a Madre nuestra por su bondad semejante a la de su Hijo.

Las mejores prácticas o devociones para con la Virgen son éstas:

- Consagrarse a ella teniendo un firme deseo de hacer todo lo que a ella le agrade, y abstenerse de cuanto la desagrade y la ofenda.

- Encomendarse mucho a ella.

- Especialmente, guardar sus fiestas y los sábados carmelitanos con más piedad, comulgando, y haciendo alguna obra buena de caridad, o dando limosna.

- Llevar algún escapulario con nosotros, o alguna de sus medallas.

- Rezar el rosario a diario, y mejor en familia y, de tener, con los criados o/y empleados.

- Rezar tres Avemarías al acostarse o al levantarse. Rezar también otras oraciones marianas.

- Tener alguna imagen suya siempre cerca.

- Hacer especial devoción y veneración en el mes de mayo, y en el mes de julio (el primero, el mes de la Virgen por excelencia, y el segundo, el mes de nuestra Señora del Carmelo).

- Pertenecer a una de sus muchas Congregaciones.

- Hacer sacrificios con algún gusto o espectáculo, privándonos de ello por amor a la Virgen.

- Visitar las iglesias que tengamos cerca y que estén bajo su advocación.

- Guardar mucha castidad.


Las ventajas preciosísimas de esta devoción son:

- La devoción a la Virgen es señal de predestinación (de alcanzar la Vida Eterna).

- Ningún devoto de la Virgen se condenará.

- La devoción a la Virgen es uno de los más eficaces medios de santificarse.

- Todos los santos han sido muy devotos de la Virgen.

- La devoción a la Virgen es uno de los mejores medios para no ser deshonestos y guardar la pureza.

- La devoción a la Virgen es uno de los mejores consuelos que tenemos a la hora de la muerte.

- La devoción a la Virgen, sobre todo a Nuestra Señora del Carmelo, es el mejor medio para no tener que sufrir mucho purgatorio.

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