Santa Teresa de Jesús nos dice:
"parece, Señor mío, que descansa mi alma, considerando el gozo que tendrá [cuando alcance la Vida Eterna], si por vuesta misericordia le fuere concedido gozar de Vos. Mas quería primero serviros, pues ha de gozar de lo que Vos, sirviéndola a ella, le ganásteis".
"¿Qué haré, Señor mío? ¿Qué haré, mi Dios? ¡Oh, qué tarde se han encendido mis deseos, y qué temprano andabas Tú, Señor, insistiendo y llamando, para que toda me emplease en Vos! ¿Por ventura, Señor, tienen término vuestras grandezas, o vuestras magníficas obras? ¡Oh, Dios mío, y misericordia mía, y cómo las podréis mostrar ahora en vuestra sierva! Poderoso sois, gran Dios: ahora se podrá entender, si mi alma se entiende a sí, mirando el tiempo que ha perdido, y como en un punto podéis Vos, Señor, hacer que le torne a ganar. Paréceme que desatino, pues el tiempo perdido suelen decir que no se puede volver a recuperar. Bendito sea mi Dios".
"Oh, Señor, confieso vuestro gran poder: si sois poderoso, como lo sois, ¿qué hay de imposible al que todo lo puede? Quered Vos, Señor mío, quered, que aunque soy miserable, firmemente creo que podéis lo que queréis; y mientras mayores maravillas oigo vuestras, y considero que podéis hacer más, más se fortalece mi fe, y con mayor determinación creo que lo haréis Vos".
"Bien sabéis Vos, mi Dios, que entre todas mis miserias, nunca dejé de conocer vuestro gran poder y misericordia. Válgame, Señor, esto, en que no os he ofendido. Recuperad pues, Dios mío, el tiempo perdido mío, con darme gracia en el presente y en el porvenir, para que me presente delante de Vos con vestiduras de boda, pues si queréis, podéis".