Hasta hace no mucho los templos parroquiales, capillas, oratorios e iglesias de nuestras ciudades eran lugares de recogimiento. En un entorno donde el ruido, la música y las molestias son constantes (incluso en nuestra propia casa, seguro que muchos lo sufrís con los vecinos) esos templos cristianos eran prácticamente el único lugar de silencio donde uno podía acudir a meditar, a recogerse, y a orar en paz y en silencio con Dios.
Pero desde hace unos años ha entrado en muchas parroquias una diabólica moda fruto de esta sociedad del vicio y del alejamiento de Dios: el hilo musical. En muchas iglesias ya no se puede entrar a orar, y -por desgracia- hay más silencio en una biblioteca llena de gente, que en muchas iglesias. Algunas han instalado hilo musical que mantienen constantemente, todo el día, y en el cual tan pronto puedes estar escuchando cantos gregorianos, como música más cercana al "pop" que a la religión. Como si fuera la sala de espera de cualquier aeropuerto o un centro comercial.