Procuremos con diligencia recuperar lo mucho que hemos perdido de Cielo en la vida pasada, y despertemos, a vista del premio que nos darán en aquellas eternas mansiones. Animémonos, pues, hermanos, a vista de tantos santos que siguieron a Dios tan de veras, y empecemos con fervor nuestra jornada, viviendo con temor de Dios, que es causa de grandes bienes, como dice Santa Teresa de Jesús, y llegaremos ricos de merecimientos al Cielo.
Olvidemos lo poco que hemos trabajado, como si fuera nada en el servicio de tan gran Dios, y si bien lo miramos, nos daremos cuenta de lo mucho que nos falta por caminar para llegar a alcanzar la bienaventuranza eterna, lo cual nos debe alentar a trabajar con más y más fervor cada día, sin tregua al cansancio, y sin descanso ni temor a la apatía. Armémonos con las armas de la oración y la lectura piadosa, para perseverar mientras dura este agotador peregrinar nuestro sobre este mundo pasajero.