Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

6.10.17

El mundo tratará de alejarte siempre de Dios


Procuremos con diligencia recuperar lo mucho que hemos perdido de Cielo en la vida pasada, y despertemos, a vista del premio que nos darán en aquellas eternas mansiones. Animémonos, pues, hermanos, a vista de tantos santos que siguieron a Dios tan de veras, y empecemos con fervor nuestra jornada, viviendo con temor de Dios, que es causa de grandes bienes, como dice Santa Teresa de Jesús, y llegaremos ricos de merecimientos al Cielo.

Olvidemos lo poco que hemos trabajado, como si fuera nada en el servicio de tan gran Dios, y si bien lo miramos, nos daremos cuenta de lo mucho que nos falta por caminar para llegar a alcanzar la bienaventuranza eterna, lo cual nos debe alentar a trabajar con más y más fervor cada día, sin tregua al cansancio, y sin descanso ni temor a la apatía. Armémonos con las armas de la oración y la lectura piadosa, para perseverar mientras dura este agotador peregrinar nuestro sobre este mundo pasajero.




No pongamos los ojos en la tierra que hemos perdido, ni en los pasos que atrás hemos dado, puesto que debemos darnos cuenta de la prisa que debemos darnos en el servicio de Dios tras haber pasado tanto tiempo alejados de Él o con una falsa y frágil religiosidad. Pues no basta solo con obrar por Dios los que están dedicados a su servicio, sino que deben actuar lo mejor que pudieran para agradar más aún a Dios, rogándole que su obra se realice en ellos y que acreciente su fe y los reafirme diariamente, todos los que busquen misericordia de Él.

Dadme, Señor, el conocimiento verdadero, y con obras, de quién eres Tú, y de lo poco que soy yo y de lo caduco que es mi tiempo, para que conociéndote a Ti, Sumo Bien, y conociéndome a mí y mi pequeñez, te ame y me aborrezca, y quede lleno de tu gracia y de tu claridad, a ejemplo de tantos santos carmelitas que siguieron vuestra la luminosa claridad de las enseñanzas de tu Hijo Santísimo. Dadme esa luz para caminar, por misericordia, y tened piedad de mí para que no quede en perdición eterna, a la cual iría encaminado si me veo apartado del camino y vago por esos oscuros senderos de terror y muerte. Que no me aparte del camino verdadero que han seguido vuestros santos, y llevadme y guiadme como un hijo a vuestro encuentro, porque sin Ti estaría totalmente desesperado, desorientado y perdido. Te lo suplico por tu Hijo Jesucristo, mi Rey y mi Señor, amén.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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