¡Señor mío y Dios mío!, consciente y agradecido de Vuestra real presencia en la santa Eucaristía, y no pudiendo recibiros ahora sacramentalmente, vengo a solicitar la gracia de hacerlo espiritualmente, el menos en mi corazón. Mi alma os desea ardientemente, como el ciervo sediento ansía las fuentes de aguas vivas.
Para suplir mi insuficiencia, Os ofrezco la detestación de los pecados infinitamente perfecta, que Vuestro divino Corazón concibió de los míos en el Huerto de los olivos y en la Cruz. Os ofrezco las disposiciones del Corazón Inmaculado de María en el día de la Encarnación. Venid, pues, Señor, a mí. Venid a habitar en mi pobre corazón, que quiere ser todo Vuestro; pero que reconoce su impotencia, si Vos no sostenéis su voluntad tan débil. Venid para que pueda decir con Santa Margarita María: "Dios mío, mi único y mi todo, Vos lo sois todo para mí, y yo soy toda Vuestra".
- Durante unos instantes, adoremos a Jesús Cristo en nuestro corazón -.
Ahora, dulce Jesús, uno mi alma a la Vuestra, mi corazón y mi espíritu, mi vida y mis intenciones a las Vuestras, y así unidas me presento a Vuestro Padre.
Recibidme, Padre Eterno, por los méritos de Vuestro divino Hijo, no me miréis de otro modo sino escondido en sus llagas, cubierto por su sangre y adornado con sus méritos. Así es como me presento a Vos, a fin de que no me apartéis de Vuestra presencia, sino que me recibáis en los brazos de Vuestra paternal bondad y me concedáis la gracia de salvarme.
Amén.
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