La lujuria y la gula son el triunfo de la materia y de la carne sobre el espíritu; del cuerpo sobre el alma.
De estas dos torpes pasiones nacen un sin número de desórdenes: la sensualidad, que lleva por los excesos a las aberraciones más repugnantes y al embrutecimiento más vil.
La castidad y la temperancia son las dos preciosas virtudes contrarias a tan inmundos vicios, virtudes no solamente cristianas, sino recomendadas, honradas y enaltecidas hasta por los mismos filósofos del paganismo.
Pregúntese el penitente: ¿Se hayan estas valiosas virtudes en mi corazón?
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