La ira es madre de discordias, guerras, muertes, violencias. Nada hay más ciego que esta pasión, ni más incontrastable. La virtud que debemos oponerle desde el principio es la mansedumbre. El Salvador, nuestro gran modelo y maestro, nos ha dicho: "aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón".
¿Realmente lo hacemos así, aprendiendo de sus enseñanzas?
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