La avaricia es la fuente del egoísmo, de la ceguedad que presta excesivo valor a las mezquinas riquezas de la tierra, haciéndonos perder hasta el recuerdo de los tesoros eternos.
A este feo vicio se opone la virtud de la generosidad, que desprecia los bienes pasajeros y tiene presente siempre que el Divino Maestro nos ha aconsejado colocar nuestros tesoros en el Cielo, donde no hay ladrón que nos los pueda robar.
Reflexione cada uno: ¿cómo obro yo en éste punto?
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