CAPÍTULO 12.
Se explica el daño que el alma puede sufrir referente a las formas y aprehensiones imaginarias sobrenaturales, el cual es juzgar de Dios baja e impropiamente.
1. No le es al alma menor el quinto daño que se le sigue de querer retener en la memoria y en la imaginación las dichas formas e imágenes de las cosas que sobrenaturalmente se le comunican, mayormente si quiere tomarlas por medio para llegar a la divina unión, porque es cosa muy fácil juzgar del ser y alteza de Dios menos digna y altamente de lo que conviene a su incomprehensibilidad. Porque, aunque la razón y juicio no haga expreso concepto de que Dios será semejante a algo de aquello, todavía la misma estimación de aquellas aprehensiones -si finalmente las estimase- hace y causa en el alma a su vez el no estimar y sentir de Dios tan elevadamente como enseña la fe, que nos dice ser incomparable, incomprehensible, etc.
Porque no solo es que de todo lo que el alma pone en la criatura quita de Dios, sino que de forma consecuente y natural se hace en el interior de esa alma, por medio de la estimación de aquellas cosas aprehensibles, cierta comparación de ellas a Dios que no deja juzgar ni estimar de Dios tan altamente como debe. Porque las criaturas, ahora terrenas, ahora celestiales, y todas las noticias e imágenes distintas, naturales y sobrenaturales, que pueden llegar a las potencias del alma, por altas que sean ellas en esta vida, ninguna comparación ni proporción tienen con el ser de Dios, por cuanto a Dios no se le puede contener debajo de ningún género y especie, y ellas sí, como dicen los teólogos. Y el alma en esta vida no es capaz de recibir clara y específicamente sino lo que se contiene debajo de género y especie. Por eso mismo dice san Juan (1, 18) que ninguno jamás vio a Dios. E Isaías (64, 4), que no alcanza el corazón de hombre a valorar cómo es Dios. Y Dios dijo a Moises (Ex. 33, 20) que no le podía ver en este estado de vida. Por tanto, el que aprisiona la memoria y las demás potencias del alma con lo que ellas pueden comprender y/o entender, no puede estimar a Dios ni sentir de Él como debe (nota del corrector: puesto que Dios es mucho más superior y sublime de lo que somos capaces de abarcar).
2. Pongamos una simple comparación: es evidente que cuanto más uno pusiese los ojos en los criados del rey y en su servidumbre, y más reparase y atendiese en ellos, menos caso hará del rey y en tanto menos le estimará. Y es que aunque el aprecio no esté formal y distintamente en el entendimiento, lo está en la obra, pues cuanto más pone atención y cuidado en los criados, tanto más quita de su señor -puesto que se dedica a los criados-. Por ello no juzgará del rey muy altamente, pues los criados le parecen algo delante del rey, su señor. Así acontece al alma para con su Dios cuando hace caso de las dichas criaturas. Aunque esta comparación es muy baja, porque Dios es de otro ser que sus criaturas, ya que dista de todas ellas de una forma infinitamente más perfecta. Por ello, todas las criaturas han de quedar perdidas de vista, y en ninguna forma de ellas ha de poner el alma los ojos, para poderlos poner sólo en Dios por fe y esperanza.
3. De donde los que no solamente hacen caso de las dichas aprehensiones imaginarias, sino que piensan que Dios será semejante a alguna de ellas y que por ellas podrán ir a unión de Dios, ya estos yerran mucho. Como consecuencia siempre irán perdiendo la luz de la fe mientras se van fijando en el entendimiento, por medio de la cual fe es como se puede unir con Dios, y también no crecerán en la sublime virtud de la esperanza, por medio de la cual la memoria se une con Dios en esa misma esperanza, lo que debe ocurrir desuniéndose pues de todo lo imaginario.
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