Fray Antonio Corso, capuchino, tenido por varón de gran santidad, poco después de muerto se le apareció al enfermero de su convento, y le dijo que estaba en el Purgatorio, y la pena que sufría era de dos maneras. La del sentido, le dijo, es tan grave, es tan atroz, que no puede explicarse; mas la que no tiene comparación y sobrepuja a todo humano concepto es la pena de daño, que priva de lavisión beatífica del Sumo Bien.
"Faltándome éste, todo me falta, y seré siempre la más infeliz criatura mientras estuviere lejos de El. Por lo cual encomiéndame á todos los Religiosos para que me ayuden eficazmente con sus sufragios, pues yo no puedo estar más sin mi Dios".
(De los anales de los Padres Capuchinos, año 1548).
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