Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

22.10.19

La práctica de la preciosísima Ofrenda a Dios


Nuestro Divino Salvador, poniendo en las manos de sus fieles la Herida de su santísimo Corazón, confía a su celo la misión de derramar sobre el mundo culpable la copiosa redención por la cual la tierra será purificada, regenerada, salvada.

Una sola gota de esta sangre divina basta para redimir mil mundos más culpables que el nuestro. ¿Qué no hará la efusión de toda entera?





ORATORIO CARMELITANO



Esta sangre del verdadero Justo, del solo Santo de Israel, pedirá misericordia delante del trono de Dios, y el perdón descenderá sobre nosotros.

Cierta cosa es que Nuestro Señor Jesucristo puede Él solo hacer este milagro, pero por regla general no salva al hombre sin el hombre. De aquí que el divino Corazón manifieste el deseo de que sus adoradores cooperen con Él, de esta manera, a la salvación del mundo, en los difíciles tiempos en que nos encontramos.

Correspondan, pues, sus más fervientes devotos, con un amor filial a los deseos de su amado Maestro; tomen en sus manos el Cáliz de bendición que su Corazón les presenta, elévenlo sin cesar al cielo, sus oraciones no interrumpidas y unidas a las de este Corazón suplicante y Víctima, harán bajar sobre el mundo prevaricador ríos de misericordia y de perdón.

Nada es más eficaz que esta piadosa práctica, y ninguna más fácil: sólo una elevación de nuestro corazón basta.

Durante la hora de adoración, la hora de guardia, o la hora ante el Santísimo, todo ferviente devoto tiene esta misión y oportunidad especial de ofrecer el Cáliz de bendición a la adorable Trinidad. Puede hacerlo mentalmente y sin que nadie lo advierta, yendo, viniendo, sufriendo, trabajando, ya hasta conversando; en pocas palabras: en cada latido del corazón.

En el resto del día, puede el fiel amante del Corazón de Cristo reiterar esta santa práctica lo más frecuentemente que le sea posible, sobre todo cuando ve que se está ofendiendo a Dios, o cuando él mismo tiene la desgracia de ofenderle.

Esta preciosísima Ofrenda, debe hacerse no solo con espíritu de reparación por los pecados de los hombres, sino también con espíritu de propiciación por las necesidades presentes de la Iglesia en el mundo.

Esta real Esposa de Cristo, la Iglesia, salió de la herida del Corazón de Jesús en el árbol de la Cruz; con la sangre y agua de esta divina herida puede todavía ser purificada, rejuvenecida, y quedar triunfante de todos sus enemigos, para poder seguir firme y y cumpliendo su tarea apostólica hasta el regreso de nuestro Señor.