La Libertad de espíritu es una gracia directa del Espíritu Santo al alma a quien la da, y la da a quien le place. Consiste esta Libertad en un desalineamento del alma, en un vuelo del espíritu sin ataduras ni impedimentos, hacia lo sobrenatural y divino. Esta santa Libertad trae muchos bienes al alma dichosa que la posee; esta alma alcanza o llega a alcanzar una familiar, aunque respetuosa presencia de Dios y una Unión muy levantada y sublime con el mismo Dios. La Oración en el alma que posee este tesoro de la santa Libertad es casi constante. A esta dichosa alma nada impide la comunicación con su Dios y Señor: a toda hora, en las ocupaciones, lo mismo que en la soledad, en el ruido igualmente que en el silencio, en medio del mundo como en el Claustro, se comunica con su Dios.
¡Oh bendita Libertad nacida del que es la Libertad misma! El Demonio también da a las almas una especie de libertad fingida, engañadora y traicionera, porque han de saber que Satanás es como un mono que imita cuanto ve, y en la vida espiritual es en donde se da gusto con las almas incautas e imprudentes, y a veces permitiéndolo Yo para futuros bienes, también con las almas que me pertenecen. Mas a poco de andar se le conoce; porque sus huellas son muy marcadas, y no puede sostener por largo tiempo el peso de las virtudes sólidas.
La Libertad que Satanás comunica al alma va siempre acompañada de Desorden, Soberbia, y Ofuscación, y esta libertad precipita al alma más o menos pronto en horribles caídas. La Imprudencia, el Imperio y la Agitación siempre guían a la Libertad falsa. Al contrario, la primera cualidad de la Libertad santa es la completa sujeción a la Voluntad divina y a la Obediencia ciega. La Prudencia es su brújula, y la Paz su asiento en donde descansa. La verdadera Libertad sólo se encuentra en la Sujeción, el que obedece es libre y goza de una tranquilidad llena de paz.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com