Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

22.7.18

De las virtudes y de los vicios: Celos


Los Celos son hijos de la Envidia e inseparables de ella.

La Soberbia, la Envidia y los Celos forman un terno tan unido entre sí, que generalmente son inseparables, anudándose mutuamente en sus operaciones sobre las almas. Los Celos ofuscan al alma que los lleva consigo, obscureciendo sus facultades, y llegan a tales extremos que por esta causa se efectúan en el mundo crímenes horribles.

Los Celos son pasiones que llegan hasta quitar el juicio y a obscurecer la razón.




El infierno está lleno de suicidas que han sido culpablemente arrebatados por esta desenfrenada pasión.

El vicio avasallador de los Celos va amasando con la Envidia y muchas veces con la Impureza, con el Odio, con la Venganza, la Vileza, la Cobardía, la Precipitación y otros muchos vicios y pasiones espantosas y nefandas.

La Soberbia es la esencia de los Celos, los cuales nada pueden ver que sea en bien de otro, aunque estén ligados con los lazos de sangre y espíritu.

Los Celos espirituales hacen horribles estragos en las almas que se llaman piadosas y aun Mías.

Los nidos de los Celos están en los confesonarios, y muchas veces ignorándolo el Confesor.

Sólo Yo puedo saber, lamentar y medir el campo y la cosecha en este terreno: la Soberbia, la Envidia y los Celos, en este punto espiritual de Confesores y confesados, de Directores y dirigidos. Satanás mucho gana en esto, y aun llega más allá, a cosas horribles derivadas de estos tres vicios capitales.

¡Cuántas almas existen detenidas en estos escollos! ¡Cuántas que pudieran ser Mías se entretienen, se malean y se pierden en este campo de miserias! ¡Cuán poca es la rectitud que muchas veces se halla en los confesionarios! Van al confesonario no a quitar, no a arrancar las pasiones, sino a dorarlas, a endulzarlas y a alimentarlas. Van a satisfacer mil vanidades aun espirituales, haciendo las almas ocultamente sus panegíricos y sacando a luz muy delicadamente sus virtudes y cualidades sin acordarse de la contrición.

¡Cuántas almas de las que llaman piadosas van en busca de consuelo sin pensar en arrancar sus vicios! Son los confesonarios pedestales de alabanzas, que lejos de curar la Soberbia, la infiltran más y más en las almas superficiales y vanas, las cuales son las que, con el gancho de la más fina humillación fingida, sacan de ahí la satisfacción del propio encumbramiento. Esta es en el mundo la moneda corriente y, ¡admírense!, ¡pásmense!, semejante veneno también existe en las Religiosas; aun más: en éstas, este veneno es más solapado, y también más dañoso. Por aquí verán como no me pueden satisfacer a Mí las muestras de falsa piedad que usan, y el abuso espantoso de mis Sacramentos. Los confesonarios son muchas veces el recíproco comercio de vanas alabanzas, y de funestas conversaciones.

Da el alerta de que el mundo se ha metido en lo más santo y terribles injurias a mi Iglesia y ofensas incalificables, aunque secretas a mi Corazón, se cometen insensiblemente en lo más sagrado.

Hay confesonarios que son nidos de Satanás. No quiero decir lo que en ellos se escucha pero los Celos, las Envidias, los Amores, la Soberbia, los Cariños tienen ahí su expendio.

- ¿Por qué, Señor, lo permites?

- Porque soy Eterno. Apenas levanto la punta del velo ante su vista para hacerles comprender lo que hay en el fondo, y el por qué de mis quejas, de mis ansias por encontrar almas puras y verdaderamente piadosas y crucificadas. Ansío el reinado de la Cruz por medio de las sólidas virtudes: ellas serán los Apóstoles de la Cruz y las que arrancarán la careta al mundo espiritual ilusorio y formarán la corona de mi Corazón amargado hoy, y cansado ya de tanto oropel, vicios y mentiras. Abajo la ficción de la vida espiritual, abajo la falsa piedad, reine la Cruz, impere el Dolor, únicas palancas que pueden salvar al mundo.

El alma encadenada con la pasión de los Celos no puede volar a Mí; las cadenas de hierro de los Celos la tienen adherida a la tierra, y está muy lejos del cielo.

Toda pasión turba, pero la de los Celos obscurece y aleja el alma del Espíritu Santo que es Luz.

Esta pasión indómita contra la vida espiritual, que es la virtud bendita la vida de Caridad, muy lejos está de los Celos.

Los Celos son la ponzoña de las Comunidades, pero son ponzoña corrosiva que totalmente destruye el espíritu.

Esta pasión se debe, como la Envidia, cortar de golpe y de raíz desde sus principios, para que no tome incremento en el corazón, pues una vez desarrollada, es casi incurable si una gracia sobrenatural y poderosa no viene a arrancarla.

Los antídotos de los Celos son los mismos que se pusieron contra la Envidia. La Oración y el Vencimiento deben campear para derrocarlos.

Todas las pasiones están sujetas al hombre, éste es el orden que yo he impuesto; mas el hombre apartándose de mis planes, se sujeta, para su desdicha, a las pasiones, de lo cual proceden tantos y tan innumerables males. Los hombres pisan toda razón y todo derecho, y se inclinan, ¡oh bajeza sin igual!, a servir a lo más vil y despreciable, que son las pasiones. Sólo los vicios traen esta degradación; pues llevan en sí mismos un incentivo que, cual misterioso imán, arrastra a las almas a la perdición. El mundo está lleno de esto. La pasión de los Celos hace magníficas cosechas: el infierno se llena de almas arrastradas por esta pasión infernal.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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