Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

2.5.18

Diario de Santa Gemma Galgani [16]


Viernes, 3 de agosto de 1900
+ Hoy he dormido un poco ([Se trata aquí del sueño natural, como aparece por lo que sigue.]), luego me he sentido recoger interiormente; pasado el recogimiento noté que se me iba la cabeza, estaba con Jesús. ¡Qué contenta estaba! He sufrido mucho, sí, de la cabeza; me he quejado un poquito, porque me dejaba sola. Le he pedido también que me haga saber cuándo la Madre María Teresa estará en el cielo. Me ha dicho:

- Aun no, sigue sufriendo

Encomendé a mi pobre pecador, me dio la bendición a mí y a todos los miembros del sagrado Colegio y me dejó muy satisfecha.




Esta tarde veía que no me iba a poder recoger; hice mis breves oraciones de la noche y me metí en la cama. A decir verdad, preveía algo de borrasca, porque Jesús hace días que me dijo:

- Todavía una última batalla; el enemigo te tentará, pero será la última vez, y por ahora.

No pude dejar de darle gracias por la fuerza que me ha dado siempre, y le rogué no me faltase en el último trance, quiero decir, ayer tarde ([La Santa escribía el día después, sábado 4 de agosto, prosiguiendo el relato de lo que le había sucedido el viernes, 3]).

Me metí en la cama con intención de dormir; el sueño no tardó en venirme, y en seguida se me apareció un hombrecillo muy pequeño, todo cubierto de pelo negro. ¡Qué espanto! Posó las manos sobre la cama, creyendo yo que iba a pegarme.

- No, no- dijo - no te puedo pegar, no tengas miedo- y al decirlo se había alejado.

Llamé a Jesús en mi ayuda, pero no vino; no por eso me dejó: invocado su nombre, me vi luego libre; la cosa fue repentina.

+ Otras veces he llamado a Jesús, pero nunca había acudido tan pronto como ayer tarde. ¡Si hubiera visto luego la rabia del demonio! Se revolcaba por tierra, blasfemaba, hizo un último esfuerzo para arrancarme el Crucifijo que llevaba conmigo, pero se retiró en seguida.

¡Qué bueno fue Jesús conmigo ayer tarde! El diablo, hecho ese último esfuerzo, me dijo que ya que no había podido conseguir nada, iba a atormentarme toda la noche.

- No - le dije -. Llamé al Ángel de mi Guarda, extendió sus alas, se colocó junto a mí, me bendijo y el diablo escapó. Sean dadas gracias a Jesús.

Esta mañana he sabido que cuando el diablo se puso tan furioso, fue en el momento en que se me había aplicado el escapulario de la Virgen de los Dolores, y ahora comprendo que su esfuerzo se dirigía a quitármelo. Sean dadas gracias a la Madre Dolorosa ([El hecho nos viene mejor contado por la señora Cecilia en el proceso apostólico de la Santa:
- Un día - dice - estando ya en nuestra casa, serían hacia las tres o las cuatro de la tarde, Gema estaba en éxtasis y en la cama; oí que decía:
- ¡Párate, párate!- y temblaba y hacía temblar toda la cama, se comprendía que alguien la pegaba, y debía ser el demonio, pues no había nadie. Yo cogí entonces el Crucifijo, agua bendita y estampas, pero de nada servía; cosa extraña, pues otras veces había visto su buen resultado; entonces le apliqué el escapulario de Nuestra Señora de los Dolores, y Gema exclamó, estando todavía en éxtasis:
- Bien, bien, ¿qué ha sido? ¡Rabiate!-, y después de un poco volvió en sí. Yo me había retirado ya a una habitación próxima, como acostumbro cuando veo que va a volver en sí. Al saltar de la cama, Gema bajó hacia la huerta con la labor en la mano, estaba haciendo media; al verme me dijo:
- ¿Quiere llevarme a confesar? -Yo le dije: -Vaya, te acabas de confesar esta mañana ¿y quieres que te lleve otra vez? No quiero que vayas a molestar a estas horas a Monseñor. Me respondió que no podría comulgar, a lo que yo le dije:
- ¡Pues, vaya! No sé qué puedes haber hecho desde esta mañana en tan poco tiempo. - Nadie había venido, y por lo tanto no había podido tener ocasión ni de hablar ni de enfadarse. - Dímelo a mí, que acaso no es pecado; si es, te llevo.
Entonces comenzó a contar lo que yo había barruntado y que tenía tantas ganas de conocer, o sea lo sucedido cuando me pareció que el demonio la pegaba. Me dijo:
- Estaba en la cama, y el demonio me ha golpeado de tal manera que creí iba a arrancarme los pulmones - esta fue la frase de Gema-. De repente vi que el demonio se hacía pequeño como un enano; se comía las manos, se arrancaba los pelos, saltó de la cama y fue a colocarse en uno de los lados de la ventana. Yo me reía y dije:
- Bien, ¿qué ha sido? ¡Rábiate!, - que son precisamente las palabras que yo había oído; ella decía que no podía comulgar porque había desobedecido, pues el Confesor le tenía prohibido pararse a conversar con el demonio. A lo que yo le dije: - Entonces, ¿por qué te has parado? - Y ella:
- Porque gozaba un poquito.
La pregunté: - ¿Cómo fue para marcharse luego?.
- No lo sé - me dijo. Yo le había quitado el escapulario de encima antes de que volviera en sí, y ella no se había dado cuenta. Entonces le mostré el escapulario, diciendo:
- Mira quién te ha librado. Procura ser devota de la Virgen de los Dolores.
Ella me lo tomó, se lo puso al cuello y ya no se lo volvió a quitar; con él murió y con él fue enterrada.
Yo le dije: - La Comunión puedes hacerla, pero la primera vez que te vayas a confesar dirás en seguida este pecado.(Summar. super virtut., número XI, c. 8).]).

Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario