Sábado, 28 de julio de 1900
La noche la pasé muy bien; por la mañana vino el Ángel de la Guarda, estaba muy contento, me dijo que tomase papel y escribiera lo que él me dictara.
He aquí todo:
"Recuerda, hija mía, que quien ama a Jesús habla poco y sufre mucho".
"Te mando de parte de Jesús que no digas nunca tu parecer, si no eres preguntada, y que no sostengas nunca tu parecer, sino que cedas en seguida".
"Obedece puntualmente al Confesor y a quien él quiera, sin replicar; en las cosas que es debido, conténtate con una réplica sola y sé sincera con todos".
"Cuando hayas cometido alguna falta, acúsate en seguida, sin esperar que te lo pidan".
"Acuérdate finalmente de mortificar los ojos, y piensa que el ojo mortificado verá la hermosura del cielo".
Después de esto me bendijo, y me dijo que fuese también a comulgar. Corrí en seguida, fue la primera vez, después de casi un mes, que Jesús se me hizo sentir.
Le conté todas mis cosas y me entretuve mucho con Él, pues comulgué a las ocho y media y, cuando volví en mí, era ya muy tarde. Marché corriendo a casa, y por el camino sonaron las diez y cuarto, pero fui buena (["Fuí buena": con esta expresión quiere Gema significar que logró contenerse de modo que nada se trasluciese al exterior]), estuve siempre en la postura ordinaria que uso al comulgar, y vi al levantarme que el Ángel de la Guarda estaba sobre mi cabeza con las alas extendidas. Él mismo me acompañó hasta casa y me avisó de que no orase durante el día, hasta que no llegase la noche, pues no estaba segura ([No estaba segura de permanecer inobservada.]).
En efecto, pronto me di cuenta, por los de casa más que segura, pero no para mi hermana, que me había tapado el agujero de la cerradura y me fue imposible cerrar; vinieron las tías a tratar de arreglarlo, y por la noche pude cerrar.
Por la tarde fui a hacer los 15 sábados en Santa María ([Santa María la Blanca, como dicen en Luca, es la iglesia de los Canónigos regulares Lateranenses; la parroquia a que pertenece la casa Giannini.]), la Virgen me dijo que no me haría la acostumbrada visita, porque en los días pasados había disgustado a Jesús. Le dije que Jesús me había perdonado, a lo que ella dijo:
- Yo no perdono tan fácilmente a mis hijas. Quiero absolutamente que seas perfecta; ya veremos si el sábado puedo ir y llevarte al Cohermano Gabriel. - A pesar de todo, me bendijo, y yo me resigné.
No me falta empero alguna tentación: una, y bastante fuerte, la tuve el sábado (ayer) por la tarde: vino el demonio y me dijo:
- ¡Bien, muy bien! Escríbelo todo: ¿No sabes que todas estas cosas son obra mía, y si llegas a ser descubierta te correrás de vergüenza? ¿Dónde irás a esconderte? ¡Te hago pasar por santa y no eres más que una ilusa!
Estuve tan mal, que de la pena me dije que, apenas llegara la señora Cecilia, destruiría ese escrito (["Ese escrito", esto es, lo que tenía escrito hasta entonces del Diario, y que era conservado por la señora Cecilia.]). Traté de romperlo, pero no lo logré; no tuve valor, o no sé qué pasó.
Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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