Sea siempre nuestro gozo lo que nos puede llevar a Dios, que no puede haber gozo verdadero sino en Él, porque el gozo que proviene de las criaturas es, por una parte, tan menguado, y por otra, tan breve y con tantos sobresaltos, que no merece nombrarse gozo, y tiene más de amargor que de dulzura. Repasemos un poco y por alto nuestra vida pasada, consideremos los pesares que hemos sufrido, los malos días y peores noches que hemos padecido, de dónde nos han venido, quién nos las ha causado, y hallaremos que todo lo han producido las criaturas, en quien pusimos nuestra afición y en quienes inútilmente esperábamos descansar. De ellas nos vinieron los trabajos sin un rato de consuelo ni satisfacción, y el que sólo hemos encontrado lo hemos tenido con Dios. Y pues la misma experiencia nos desengaña, no tomemos gozo sino en Él, y en lo que nos puede llevar a Él, que son las obras de su servicio.
Amigos y hermanos: acabemos de caer en la cuenta, y demos de mano a todo lo transitorio, y no tomemos gozo, sino en lo eterno y celestial, imitando los ilustres ejemplos de los santos que nos han precedido y que han transitado por este mismo camino.
Volvámonos sobre nosotros mismos para darnos cuenta de lo dormidos que estamos, abramos pues los ojos y miremos dónde estamos, con quién tratamos, que no es esta la tierra de nuestra morada, que somos unos simples pasajeros, y que vamos caminando de noche y en medio de una amenazadora oscuridad, de grandes peligros y de muchos enemigos.
Démonos cuenta que no nos crió Dios para que gocemos de las cosas mundanas, sino para que nos valiésemos de ellas para servirle aquí, y poderle así gozar después allá.
Una farsa es esta vida, todo es como un sueño, un decorado pintado, nada nos puede satisfacer de cuanto veamos, aunque nos pueda entretener y engañar, a la tarde nos cansa, y luego a la última hora se acabará la comedia y nos veremos despojados de cuanto hayamos poseído, de las cosas materiales que creíamos nuestras pero que, en realidad, ninguna poseíamos, o más bien eran ellas quienes nos poseían a nosotros. Quedaremos luego tan desnudos como cuando llegamos a este mundo: todas las criaturas nos abandonarán, y si pusimos en ellas nuestros corazón, nos dejarán burlados y no encontraremos al Creador, porque lo abandonamos en el tiempo en que lo teníamos que haber buscado.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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