"Mane nobiscum, Domine, quoniam advesperascit". "Maestro, quedados con nosotros, porque se hace tarde".
Quedaos en este mundo, oh Jesús; quedaos siempre en él, a pesar de sus frialdades, su indiferencia y sus crímenes; porque sin vuestra presencia perpetua, el mundo no sería más que un campo de sangre, una sentina de vicios, una tierra en que el mal, Satanás y el pecado reinarían como dueños absolutos; quedaos para purificarla, oponed vuetra pureza a sus manchas, vuestras oraciones a sus blasfemias, vuestras adoraciones a sus idolatrías.
Quedaos con la Iglesia, oh Jesús, para vivificarla en su alma, sostenerla en sus luchas, conducirla en su camino, consolarla en sus dificultades; quedaos ahora más que nunca, pues nunca hubo para ella horas más difíciles, y Vos sois su Esposo, su Padre y su Rey.
Quedaos con vuestro pontífice y asistidle en todas sus empresas; consoladle de la ingratitud de sus hijos rebeldes; quedados y sostened su débil ancianidad, ¡oh Divino Cristo de vida y salud!
Quedaos con vuestros sacerdotes, vuestros religiosos y religiosas, vuestros consagrados, vuestro pueblo rescatado, e inspiradles el deseo, la necesidad, la pasión de vuestra presencia en el Sacramento. Que se mantengan dichosos cerca de Vos, que os rodeen con amor, y que comprendan que esta es su primera misión y el más poderoso de los apostolados.
Haceos conocer de los que os ignoran, oh benéfica presencia de Jesucristo; lanzad en sus almas algunos rayos ardientes, haced que tengan necesidad de Vos, en que habiendo encontrado en Vos el socorro o el consuelo que buscaban, se unan a Vos para siempre.
Quedaos conmigo, oh mi Dios, mi buen Jesús, ahora y siempre. No me privéis jamás de vuestra presencia: ¿dónde iría, lejos de Vos? ¿Qué sería de mí sin Vos?
Yo os pido la gracia y tomo la resolución de dedicarme muy seriamente al gran deber de honrar vuestra presencia por la visita cotidiana al Santísimo, y la adoración de tu sagrado cuerpo y sangre, a penetrarme en tus llagas y amarte en el dolor compartiendo mi dolor, penas y sufrimientos, con el tuyo, para sobrellevar a tu lado mi cruz. Ayúdame a prepararme cada vez que acuda a tu santa audiencia, de no quitar de ella sin absoluta necesidad ni un solo minuto, de estimar este tiempo a tu lado en su gran valor, de emplearlo con la fidelidad y el piadoso apresuramiento del amor y de la gratitud. De verte, y visitarte, como mi gran Rey y Señor.
¡Oh, Jesús Hijo de Dios, quedaos! ¡Vos siempre aquí abajo en vuestro Sacramento! ¡Vos siempre en el Cielo en vuestra gloria eterna!
Amén.
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