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Oh Corazón de María,
el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los pobres pecadores: yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto todo el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros:
Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía.
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza o la espina de la tribulación llague mi alma:
Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía.
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Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus tentac iones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia:
Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía.
En la hora de mi muerte, en aquel momento del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos:
Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía.
Y cuando mi alma se presente a Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre:
Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía.
Estas gracias espero alcanzar de Vos, oh Corazón amantísimo de mi Madre, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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