Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

24.3.20

Penitencia en Cuaresma


He aquí el lema propio del tiempo cuaresmal: La penitencia más agradable a Dios es sufrir resignadamente los trabajos, contratiempos y sequedades que El nos envía. Nada de penitencias que opriman el espíritu y menoscaben la salud.

El que se quita lentamente la vida no difiere mucho del que acaba con ella de un solo golpe. La discreción es la virtud más necesaria. Solo un secreto orgullo y una temeraria presunción pueden inducirnos a querer imitar a los santos en sus cosas extraordinarias.





ORATORIO CARMELITANO



Debemos arrepentimos de nuestros pecados, pero sin perturbamos. El arrepentimiento procede del amor o temor de Dios, y la perturbación, del amor propio. No martiricemos la mente para excitarnos a contrición: el deseo de la contrición manifiesta que la contrición ya existe, el querer sentirla proviene generalmente del amor propio, que no contentándose con agradar a Dios, quiere también agradarse a sí mismo. "El temor del pecado, deja de ser saludable si es excesivo", dice una expresión proverbial entre los santos.

Una de las tres partes en que santo Tomás divide las penitencias, es la oración. Conviene no olvidar que la hecha con avidez suele ser la más meritoria. No nos hagamos violencia para hablar con el Divino Amor, porque con El hablamos realmente sólo con mirarle y ponernos en su presencia. No sobrecarguemos jamás el espíritu con demasiada oración, ni repitamos las oraciones en que nos distraemos. Dios premia tanto el buen deseo como la obra cuando ella no depende de nuestra voluntad. En las distracciones involuntarias, Dios nos retira su presencia, mas no su amor. Tampoco debemos dejar las obligaciones de nuestro estado para orar a nuestro arbitrio, porque es de mucho más mérito trabajar por amor de Dios que entretenerse pensando en El mediante la oración. Las jaculatorias (breves, sentidas, como saetas dirigidas al corazón de Dios) y, repetidas durante el día, suplen la oración. Para orar no es preciso estar de rodillas; basta que el espíritu se postre ante Dios con reverencia, amor y confianza.

En el infierno se hallan dos clases de personas: o los que no han orado nunca o los que han orado mal. A la oración deben su conversión los pecadores y los justos su perseverancia. Oremos pues, en cuaresma especialmente y completemos nuestra penitencia con la limosna y el ayuno.