Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

28.7.17

El juicio final


Veo las nubes negras
y unos ángeles centinelas,
veo la muerte llegar,
veo el fuego arrasar,
veo correr y gritar
veo dolor y miseria.

Veo el libro abrir
y un ángel con el dedo marcar,
veo el populacho corriendo y huir
y sin poder siquiera escapar.




Las gentes, todas, buscan dónde esconderse,
el rico y el pobre el mismo parecen
todo es humo y entre el humo perecen.

¿A quién puedo, ya, suplicar?
¿A quién santo o santa rogar?
Ya pasó el tiempo y Él viene a juzgar.

No tengo nada que pueda yo dar,
nada que mi alma pueda recuperar,
hoy es el principio del fin. Es el juicio final.

Veo levantarse ante mí en griterío infernal
los muertos condenados por horror criminal,
en vida reían, hoy caen al fondo abismal.

Sentado con ira en su trono de honor
el Señor que nos mira infunde terror
¡yo que tanto he pecado en mi vida
me siento impedido, hundido en pavor!

Valkyrjas me miran, me cogen al vuelo,
con un movimiento me arrojan al suelo,
sus alas negras velan los cielos.

Me desplomo de frente, en el barro me hundo,
uno a uno van cayendo en un hoyo profundo
su agonía va ahogada por el inframundo.

Espero la voz que un trueno parece
en un segundo mi vida ante mí acontece
y todo lo oculto de repente aparece.

Lo que dije y no dije, lo que hice y no hice,
todo estaba guardado y nada se desdice
porque era todo tal y con los mismos matices.

Cristo en su cruz, que jamás tuve en cuenta,
toda oportunidad perdida ante mí se presenta,
mi alma contristada solloza y lamenta.

Los ruegos no dichos, las gracias ignoradas,
los años perdidos, penurias desaprovechadas,
las riñas, los gritos, las miradas echadas.

Las misas que ahora podrían valerme
las pasé por cumplir, por entretenerme,
le di la espalda a Dios y ahora Dios no quiere atenderme.

Tantos problemas a los que di tanta dedicación,
¡qué ignorante yo fui al no fijar mi atención,
al no ver que venía la terminación!

Me dediqué a jugar, a conseguir
alegría entre hombres tan tontos como yo,
me dediqué a fingir qué es vivir
engañando por un mundo burlón.

Yo, ahora, no puedo pedir piedad de mí,
yo nunca la tuve:
yo nunca la dí.


Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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