Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

30.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (137)



CAPÍTULO 33.
Se empieza a explicar acerca del sexto género de bienes en los que puede la voluntad gozarse, mostrando los que son y haciendo una primera diferenciación de los mismos.


1. Pues el intento que llevamos en esta nuestra obra es encaminar el espíritu por los bienes espirituales hasta la divina unión del alma con Dios, ahora que en este sexto género hemos de tratar de los bienes espirituales, que son los que más sirven para este negocio, convendrá que, así el lector como yo, pongamos aquí con particular consideración nuestra atención. Porque es cosa tan cierta y ordinaria, por el poco saber de algunos, servirse de las cosas espirituales sólo para el sentido, dejando al espíritu vacío, que apenas habrá a quien el fruto sensual no estropee buena parte del espiritual, bebiéndose el néctar antes que llegue al espíritu, dejándole seco y vacío.

2. Entrando, pues, al propósito, digo que por bienes espirituales entiendo todos aquellos que mueven y ayudan para las cosas divinas y el trato del alma con Dios, incluyendo también las comunicaciones de Dios con el alma.

3. Comenzando, pues, a hacer división por los géneros superiores, digo que los bienes espirituales son en dos maneras: unos, sabrosos, y otros penosos. Y cada uno de estos géneros es también de dos maneras: porque los sabrosos, unos son de cosas claras que sobradamente se entienden, y otros de cosas que no se entienden de forma clara ni específicamente. Los bienes espirituales de tipo más penoso también algunos son de cosas claras y diferenciadoras, y otros de cosas confusas y oscuras.

4. A todos estos bienes podemos también diferenciarlos según las potencias del alma porque unos, por cuanto son inteligencias, pertenecen al entendimiento; otros, por cuanto son afecciones pertenecen a la voluntad, y otros, por cuanto son imaginarios, pertenecen a la memoria.

5. Dejemos, pues, para más adelante tratar sobre los bienes penosos, porque pertenecen a la noche pasiva, donde hemos de hablar de ellos, y también los sabrosos que decimos ser de cosas confusas y no específicas para tratar sobre ellos a la postre, por cuanto pertenecen a la comunicación general, confusa, amorosa, en que se realiza la unión del alma con Dios (lo cual dejamos abierto en el libro segundo, difiriendolo para tratar más adelante), trataremos aquí ahora de aquellos bienes sabrosos que son de cosas claras y específicas.


29.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (136)



CAPÍTULO 32.
Se muestran los dos provechos que se obtienen al negarse con respecto de las gracias sobrenaturales.


1. Además de los provechos que el alma consigue en librarse de los dichos tres daños por la privación de este gozo, adquiere dos excelentes provechos.
El primero es engrandecer y ensalzar a Dios; el segundo es ensalzarse el alma a sí misma. Porque de dos maneras es Dios ensalzado en el alma: la primera es apartando el corazón y gozo de la voluntad de todo lo que no es Dios, para ponerlo solamente en Él. Lo cual quiso decir David en el verso que hemos alegado al principio (Sal. 137, 6) de la noche de esta potencia, en donde (Sal. 63, 7) se dice: "Se acerque el corazón hacia lo alto, y será Dios ensalzado" (nota del corrector: en realidad el salmo al que hace referencia el santo menciona: Fraguan planes nefandos, / ocultan los planes fraguados, / y la mente y el
corazón de cada uno son recónditos", pero para la cuestión tratada no es demasiado importante; el salmo al que hace referencia al principio el santo no lo menciona, pero hemos creído conveniente incluirlo nosotros, así como una traducción más comprensible al castellano actual del salmo comentado) porque, levantando el corazón sobre todas las cosas, se ensalza a Dios en el alma sobre todas ellas.

2. Y porque de esta manera pone solamente a Dios por encima de todo, se ensalza y se engrandece a Dios, manifestando al alma su excelencia y grandeza. Y es que en este levantamiento de gozo en Él a su vez le da Dios testimonio de quién es, lo cual no se hace sin vaciar el gozo y consuelo de la voluntad acerca de todas las cosas, como también lo dice por David (Sal. 46:10), diciendo: "Estad quietos y ved que yo soy Dios". Y otra vez (Sal. 62, 3) dice: "En tierra desierta, seca y sin camino, me aparecí delante de ti, para ver tu virtud y tu gloria". Y pues es verdad que se ensalza Dios poniendo el gozo en Él y apartando dicho gozo de todas las otras cosas, mucho más se ensalza apartándole de las que son más maravillosas para ponerlo sólo en Él, pues son de más alta entidad siendo sobrenaturales. Y así, dejándolas atrás por poner el gozo sólo en Dios, es atribuir mayor gloria y excelencia a Dios que a ellas, porque cuanto uno más y mayores cosas desprecia por otro, tanto más le estima y engrandece.

3. No es esto todo sino que también es Dios ensalzado de una segunda manera: apartando la voluntad de este género de obras. Y es que cuanto Dios es más creído y servido sin testimonios y señales, tanto más es del alma ensalzado, pues cree de Dios más de lo que las señales y milagros le puedan dar a entender.

4. El segundo provecho en que se ensalza el alma es porque, apartando la voluntad de todos los testimonios y señales aparentes, se ensalza en fe muy pura, la cual le infunde y aumenta Dios con mucha más intención, y juntamente le aumenta las otras dos virtudes teologales, que son caridad y esperanza. Gracias a esto el espiritual goza de divinas y altísimas comunicaciones por medio del oscuro y desnudo hábito de fe, y de gran deleite de amor por medio de la caridad, con lo cual ya no se goza la voluntad en otra cosa que en Dios vivo, logrando una mayor satisfacción en sus pensamientos e interior por medio de la esperanza. Todo lo cual es un admirable provecho que esencial y directamente incide con mucha importancia, a los que disponen de estas virtudes o bienes sobrenaturales, para la unión perfecta del alma con Dios.


28.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (135)




CAPÍTULO 31.
Se muestran los daños que le sobrevienen al alma cuando pone el gozo de la voluntad en este género de bienes sobrenaturales.


1. Tres daños principales me parece que le pueden ocurrir al alma cuando pone el gozo en los bienes sobrenaturales, conviene a saber: engañar y ser engañada; detrimento en el alma acerca de la fe; vanagloria o alguna vanidad.

2. Cuanto a lo primero, es cosa muy fácil engañar a los demás y engañarse a sí mismo gozándose en esta manera de obras. Y la razón es porque para conocer estas obras, cuáles sean falsas y cuáles verdaderas, y cómo y a qué tiempo se han de ejercitar, es menester mucho aviso y mucha luz de Dios, y lo uno y lo otro impide mucho el gozo y la estimación de estas obras. Y esto por dos cosas: por una parte, porque el gozo embota y oscurece el juicio, y por otra, porque con el gozo de esas obras no sólo se es más propensa la persona a deleitarse en ellas, sino que es también aún más empujada a que realice esas obras sin tiempo (nota del corrector: es decir, fuera de lugar o en un momento no adecuado).
Y dado el caso de que estas virtudes y estas obras que se ejercitan sean realmente verdaderas, bastan estos dos defectos para engañarse muchas veces en ellas, o porque no las entiende como deben entenderse, o no aprovechándose de ellas y acabando por no usarlas cómo y cuando es más conveniente. Porque, aunque es verdad que cuando da Dios estos dones y gracias les da a las personas también luz de ellas y el movimiento de cómo y cuándo se han de ejercitar, todavía ellas, por la propiedad e imperfección que pueden tener acerca de estas obras, pueden errar mucho, no usando de esas obras, bienes y/o virtudes con la perfección que Dios quiere, y cómo y cuando Él quiere. Como ejemplo podemos poner lo que quería hacer Balam cuando, contra la voluntad de Dios, se determinó a ir a maldecir al pueblo de Israel por lo cual, enojándose Dios, le quería matar (Nm. 22, 22­23). Y Santiago y san Juan querían hacer bajar fuego del cielo sobre los samaritanos porque no daban posada a nuestro Salvador, a los cuales Él reprendió con firmeza por ello (Lc. 9, 54­55).

3. Con todo esto se ve claro cómo a esas personas les hacía determinar a hacer estas obras alguna pasión de imperfección, envuelta en gozo y estimación de ellas, cuando no convenía. Porque, cuando no hay semejante imperfección, solamente se mueven y determinan a obrar estas virtudes cuándo y como Dios les mueve a ello, y hasta entonces no conviene mostrarlas o ejercerlas. Precisamente por eso se quejaba Dios de ciertos profetas por Jeremías (23, 21), diciendo: "No enviaba yo a los profetas, y ellos corrían; no los hablaba yo, y ellos profetizaban". Y más adelante dice (23, 32): "Hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé". Y allí también dice (23, 26) de ellos que ven las visiones de su corazón y cuentan lo que esas visiones dicen, lo cual no caerían en este error si ellos no tuvieran esta abominable propiedad de imperfección en estas obras.

4. Con estas declaraciones con la autoridad de la Sagrada Escritura se da a entender que el daño de este gozo no solamente llega a usar inicua y perversamente de estas gracias que da Dios, como Balam y los que aquí dice que hacían milagros con los que engañaban al pueblo, mas aún hasta llegar al punto de usarlas sin haberselas Dios dado, como el caso de los que profetizaban sus antojos y publicaban la visiones que ellos componían o las que el demonio les representaba. Porque, como el demonio los ve aficionados a estas cosas, les da en esto largo campo y muchas materias con las que enredarse, entrometiendose de muchas maneras, y con esto tienden ellos las velas y cobran desvergonzada osadía, alargándose y explayéndose en estas prodigiosas obras.

5. Y no para esto solamente, sino que a tanto hace llegar el gozo de estas obras y la codicia de ellas que hace que, si los tales tenían antes pacto oculto con el demonio (porque muchos de estos por este oculto pacto obran estas cosas), ya vengan a atreverse a hacer con el ser maligno pacto expreso y manifiesto, sujetándose, por concierto, por discípulos al demonio y a los allegados suyos. De aquí salen los hechiceros, los encantadores, los mágicos aríolos (adivinos por agüeros) y los brujos.
Y a tanto mal llega el gozo de estos sobre estas obras, que no sólo tienen la osadía de querer comprar los dones y gracias por dinero, como quería Simón Mago (Hch. 8, 18), para servir al demonio, sino que aún procuran hacerse con las cosas sagradas y hasta (lo que no se puede decir sin temblar) con las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el sacratísimo y santísimo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para uso de sus maldades y abominaciones. ¡Alargue y muestre Dios aquí su gran misericordia!

6. Y cuán perniciosos son este tipo de personas para sí mismas y perjudiciales para la Cristiandad, cada uno podrá bien claramente entenderlo. Donde es de notar que todos aquellos magos y aríolos que había entre los hijos de Israel, a los cuales Saúl arrojó de la tierra (1 Sm. 28, 3) por querer imitar a los verdaderos profetas de Dios, habían dado en tantas abominaciones y engaños.

7. Debe, pues, el que tuviere la gracia y don sobrenatural, apartar la codicia y gozo del ejercicio de ese don, tratando de no abusar de su ejercicio porque Dios, que le da esos dones sobrenaturales para utilidad de su Iglesia o de sus miembros, le moverá también sobrenaturalmente cómo y cuándo lo deba ejercitar. Y dado pues que mandaba a sus fieles (Mt. 10, 19) que no tuviesen cuidado de lo que habían de hablar, ni cómo lo habían de hablar, porque era negocio sobrenatural de fe, también querrá que, pues el negocio de estas obras no es menos, se aguarde el hombre a que Dios sea el obrero, moviendo el corazón, pues en su virtud se ha de obrar toda virtud (Sal. 59, 15). Es por eso que los discípulos en los Hechos de los Apóstoles (4, 29­30), aunque les había infundido estas gracias y dones, hicieron oración a Dios, rogándole que fuese servido de extender su mano en hacer señales y obras y sanidades por ellos, para introducir en los corazones la fe de nuestro Señor Jesucristo (nota del corrector: y no por otras causas o razones).

8. El segundo daño que puede venir de este primero, es el detrimento acerca de la fe, el cual puede ser en dos maneras:
La primera, acerca de los otros porque, poniendose a hacer el milagro o virtud sin tiempo y necesidad, aparte de que es tentar a Dios (lo cual es ya un gran pecado) podrá ocurrir el no conseguir llevarlo a cabo y terminar por suceder lo contrario, es decir, hacer surgir en los corazones menos crédito y desprecio de la fe. Porque, aunque algunas veces logren realizar las prodigiosas acciones sobrenaturales por quererlo Dios por otras causas y motivos, como la hechicera de Saúl (1 Sm. 28, 12 ss.), si es verdad que era Samuel el que parecía allí, no dejan de errar ellos y ser culpados por usar de estas gracias cuando no conviene.
La segunda manera de daño en detrimento de la fe es acerca del mérito de la misma fe, porque haciendo esa persona mucho caso de estos milagros, se separa mucho del hábito sustancial de la fe, la cual es hábito oscuro y escondido y así, donde más señales y testimonios concurren, menos merecimiento hay en creer (nota del corrector: porque menos presencia tiene la fe). De donde San Gregorio dice que no tiene merecimiento cuando la razón humana experimenta esa fe.
Y así, estas maravillas nunca Dios las obra sino cuando simplemente son necesarias para creer. Por eso, porque sus discípulos no careciesen de mérito si tomaran experiencia de su resurrección, antes que se les mostrase hizo muchas cosas para que sin verle le creyesen. Tengamos en cuenta que a María Magdalena (Mt. 28, 1­8) primero le mostró vacío el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles -porque la fe es por el oído, como dice san Pablo (Rm. 10, 17)- y oyendolo, lo creyese primero que lo viese. Y aunque le vio fue como hombre común, para acabarla de instruir, en la creencia que le faltaba con el calor de su presencia (Jn. 20, 11­18). Y a los discípulos primero se lo envió a decir con las mujeres, después fueron a ver el sepulcro (Mt. 28, 7­8; Jn. 20, 1­10). Y a los que iban a Emaús primero les inflamó el corazón en fe para que le viesen, yendo Él de forma disimulada con ellos (Lc. 24, 15). Y, finalmente, después los reprehendió a todos (Mc. 16, 14) porque no habían creído a los que les habían dicho su resurrección; y tampoco olvidemos a Santo Tomás (Jn. 20, 29), el cual quiso tener una experiencia física y real en sus llagas, cuando le dijo que eran bienaventurados los que no viéndole le creían.

9. Y así, no es una de las condiciones de Dios el que se tengan que hacer milagros porque, como se dice, cuando los quiere realizar los puede hacer sin impedimento alguno y con todo poder. Y por eso reprendía el Señor a los fariseos, porque no daban crédito ni creían sino por señales, diciéndoles: "Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen" (Jn. 4, 48). Pierden, pues, mucho acerca de la fe los que aman gozarse en estas obras sobrenaturales.

10. El tercer daño es que comúnmente por el gozo de estas obras las personas que las operan caen en vanagloria o en alguna forma de vanidad, porque aun el mismo gozo de estas maravillas o prodigios, cuando no es puramente, como hemos dicho, en Dios y para Dios, entonces es vanidad. Lo cual se ve en haber reprendido Nuestro Señor a los discípulos por haberse gozado de que se les sujetasen los demonios (Lc. 10, 20), y es que dicho gozo, si no fuera vano, no los hubiese reprendido.


27.1.23

El Apostolado Mundial de Fátima presenta "Nuestra Señora del Corazón Orante"

Difusiones Medias Unidas


El Apostolado Mundial de Fátima se complace en presentar una imagen única y nueva de la Santísima Virgen María, llamada "Nuestra Señora del Corazón Orante". Mientras se inician las preparaciones para celebrar la fiesta de los dos pastorcitos de Fátima, San Francisco y Santa Jacinta Marto, el 20 de febrero, por primera vez esta imagen única "Nuestra Señora del Corazón Orante" acaba de ponerse a disposición del público.

La imagen muestra a una mujer suplicante de rodillas con el corazón en la mano. Representa "Nuestra Señora del Corazón Orante", una nueva figura mariana concebida en Portugal. La idea de crear la "Señora del Corazón Orante", surgió al celebrar el centenario de la primera escultura de Nuestra Señora de Fátima, venerada en la Capilla de las Apariciones, y durante el centenario de la muerte de Santa Jacinta.

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (134)



CAPÍTULO 30.
Se empiezan a explicar el quinto género de bienes en los cuales se puede gozar la voluntad, los cuales son los bienes sobrenaturales, y se muestra los que son y cómo distinguirlos de los espirituales, así como la forma de encaminar el gozo de ellos hacia Dios.


1. Ahora conviene tratar del quinto género de bienes en que el alma puede gozarse, que son sobrenaturales. Por los cuales entendemos aquí todos los dones y gracias dados de Dios que exceden la facultad y virtud natural, que se llaman "gratis datas", como son los dones de sabiduría y ciencia que dio a Salomón, y las gracias que dice san Pablo (1 Cor. 12, 9­10), conviene a saber: fe, gracia de curación, operación de realizar milagros, profecía, conocimiento y discreción de espíritus, declaración de las palabras -predicación- y también el don de lenguas.

2. Los mencionados bienes, aunque es verdad que también son espirituales como los del mismo género que hemos de abordar más adelante, dado que todavía hay mucha diferencia entre ellos, he querido hacer esta distinción. Porque el ejercicio de estos tiene inmediato efecto sobre el provecho de los hombres, y para ese provecho y fin los da Dios, como dice san Pablo (1 Cor. 12, 7), que a ninguno se da espíritu sino para provecho de los demás, lo cual se debe entender de estas gracias. Sin embargo los espirituales, su ejercicio y trato es sólo del alma a Dios y de Dios al alma, en comunicación de entendimiento y voluntad, etc., como diremos después. Y así, hay diferencia en el objeto, pues que de los espirituales sólo es entre el Creador y el alma, mas de los sobrenaturales es la criatura. Y también difieren en la sustancia, y por consiguiente en la operación, y así también necesariamente en la doctrina.

3. Pero, hablando ahora de los dones y gracias sobrenaturales como aquí las entendemos digo que, para purgar el gozo vano en ellas, conviene aquí notar dos provechos que hay en este género de bienes que conviene saber: temporal y espiritual.
El temporal es la curación de las enfermedades, recibir vista los ciegos, resucitar los muertos, expulsar a los demonios, profetizar lo venidero para que miren los oyentes por sí, y los demás de semejante manera.
El espiritual provecho y eterno es ser Dios conocido y servido por estas obras, por el que las opera o por los que quienes (o quién) y delante de quien se obran (nota del corrector: es decir, el espectador -si lo hubiera- o los espectadores, los presentes, y el afectado o necesitado a quienes van dirigidos los beneficios).

4. Cuanto al primer provecho, que es temporal, las obras y milagros sobrenaturales poco o ningún gozo del alma merecen porque, excluido el segundo provecho, poco o nada le importan al hombre, pues de suyo no son medio para unir el alma con Dios, si no es la caridad. Y estas obras y gracias sobrenaturales incluso sin estar en gracia y caridad se pueden ejercutar, sea ahora dando Dios los dones y gracias verdaderamente, como hizo el inicuo profeta Balam (Nm. 22­24) y a Salomón, o también ahora obrándolas falsamente por vía del demonio, como Simón Mago (Hch. 8, 9­11), por otros secretos de la naturaleza. Las cuales obras y maravillas, si algunas habían de ser al que las obra de algún provecho, eran las verdaderas que son dadas de Dios (y no las otras).
Y por lo tanto este tipo de obras, sin el segundo provecho, ya enseña san Pablo (1 Cr. 13, 1­2) lo poco que valen, diciendo: "Si hablare con lenguas de hombres y de ángeles y no tuviere caridad, hecho soy como el metal o la campana que suena. Y si tuviere profecía y conociere todos los misterios y toda ciencia, y si tuviere toda la fe, tanto que traspase los montes, y no tuviere caridad, nada soy...", etc. De tal manera que Cristo dirá a muchos que habrán estimado sus obras de este modo, cuando por ellas le pidieren las gentes llegar a la gloria diciendo: "Señor, ¿no profetizamos en tu nombre e hicimos muchos milagros?", Él les dará la siguiente respuesta: "Apartaos de mí, obradores de maldad" (Mt. 7, 22­23).

5. Debe, pues, la persona gozarse no en si tiene las tales gracias y las ejercita, sino si obtiene de ellas el segundo fruto espiritual, a saber: sirviendo a Dios en ellas con verdadera caridad, que es donde se encuentra el fruto de la vida eterna. Que por eso reprendió Nuestro Salvador (Lc. 10, 20) a los discípulos, que se venían gozando porque lanzaban los demonios, diciéndoles: "En esto no os queráis gozar porque los demonios se os sujetan, sino porque vuestros nombres están escritos en el libro de la vida". Que en buena teología sería como decir: "Gozaos si están escritos vuestros nombres en el libro de la vida". Donde se entiende que no se debe el hombre gozar sino en ir en el sendero que conduce hacia la vida, que es hacer las obras en caridad. Tengamos en cuenta: ¿qué aprovecha y qué vale delante de Dios lo que no es amor de Dios? El cual amor no es perfecto si no es fuerte -contundente- y discreto -cuidadoso- en purgar el gozo de todas las cosas, poniendo su gozo sólo en hacer la voluntad de Dios. Y de esta manera se une la voluntad con Dios por estos bienes sobrenaturales.