Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

3.11.21

Novena a la Santísima Virgen (para todas sus abvocaciones) (II)



Por la señal...

Día segundo.

Oración de San Bernardo:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorando vuestro socorro, haya sido desamparado de Vos. Yo, pecador, animado con esta confianza acudo a Vos, oh Madre, Virgen de las vírgenes, a Vos vengo, delante de Vos me presento gimiendo y afligido. Sé que Vos no queréis, oh Madre del divino Verbo, despreciar mis palabras, antes bien, estoy seguro que las oyes benignamente, y por ello espero vuestro socorro y consuelo. Amén.

Oración de San Atanasio para el día segundo:
Propicio es de ti, Señora, que siento tú, al mismo tiempo que esclava del Señor, Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo, no apartes de nosotros tu memoria, habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable juez que, si a nosotros nos infunde pavor, es para contigo sobremanera amable y te otorga cuantas gracias le pides, pues eres llamada "la llena de gracia y de alegría" por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo. Por esto, aun los ricos de la nación, los más desfavorecidos en justicia y santidad, claman a ti e invocan tu protección. No nos cierres las puertas de tu corazón, y deja que fluya sobre nosotros el mar de gracias que encierra.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima madre de los hombres! Después de Dios, tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos. La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra, y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas las gracias. Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días, instándote para que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos. Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa y cristiana ley; alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad de espíritu, la paz en las familias, y la suficiencia de medios para la vida; concédenos, en fin, una santa muerte en la Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza! Todo lo que tú quieres lo puedes obtener ante Dios, de quien eres madre; y, aun cuando nosotros somos pecadores, tú eres dulce madre del Redentor y dulce madre nuestra, y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y benevolente. A tu nombre se abren las puertas del cielo, en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia: óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene, concédenos las gracias que te pedimos en esta novena:

(se hace la petición que se desea)

Conclusión (en latín):
Sancta maría succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebilis, ora pro populo, interveni pro clero, intercede pro devoto femineo sexu: sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sactam festivitatem.


V.: Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix.
R.: Ut digni effciamur promissionibus Christi.

Oratio.- Concede nos famulos tuos, quasumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatae Mariae semper Virginis intercessione, a praesenti liberari tristitia, et aeterna perfui laetitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


Conclusión (en castellano):
Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, que sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.

V.: Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R.: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración.: Concédenos, Señor Dios bondadoso y paciente, que nosotros tus siervos gocemos de continua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la benaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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2.11.21

Novena a la Santísima Virgen (para todas sus abvocaciones)



Nota: En cualquiera época o festividad de la Santísima Virgen, y en cualquiera de sus muchas advocaciones, se puede hacer esta novena, sin que sea necesario tener otras especiales condiciones.


Por la señal...

Día Primero.

Oración de San Bernardo:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorando vuestro socorro, haya sido desamparado de Vos. Yo, pecador, animado con esta confianza acudo a Vos, oh Madre, Virgen de las vírgenes, a Vos vengo, delante de Vos me presento gimiendo y afligido. Sé que Vos no queréis, oh Madre del divino Verbo, despreciar mis palabras, antes bien, estoy seguro que las oyes benignamente, y por ello espero vuestro socorro y consuelo. Amén.

Oración de Santo Tomás:
Concededme, oh Reina del cielo, que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo santísimo, que por tantos beneficios recibidos, no por mis méritos, sino por la largueza de su piedad, no cese de alabarte con humildes acciones de gracias; que a las innumerables culpas por mí cometidas suceda una leal y sincera confesión, y un firmísimo y doloroso arrepentimiento y, finalmente, que logre aprovechar sus múltiples gracias y su misericordia.

Suplico también, oh Puerta del Cielo y Abogada de pecadores, no consientas que jamás se aparte ni desvíe este siervo tuyo de la católica fe, pero particularmente que, en la hora postrera de mi viaje por este mundo, me mantenga con ella abrazado. Si el enemigo esforzare sus astucias, no me abandone tu misericordia y tu gran piedad. Por la esperanza que tengo en ti puesta, alcánzame de tu santísimo Hijo el perdón de todos mis pecados, y que viva y muera gustando las delicias de tu santo amor.


Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima madre de los hombres! Después de Dios, tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos. La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra, y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas las gracias. Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días, instándote para que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos. Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa y cristiana ley; alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad de espíritu, la paz en las familias, y la suficiencia de medios para la vida; concédenos, en fin, una santa muerte en la Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza! Todo lo que tú quieres lo puedes obtener ante Dios, de quien eres madre; y, aun cuando nosotros somos pecadores, tú eres dulce madre del Redentor y dulce madre nuestra, y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y benevolente. A tu nombre se abren las puertas del cielo, en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia: óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene, concédenos las gracias que te pedimos en esta novena:

(se hace la petición que se desea)

Conclusión (en latín):
Sancta maría succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebilis, ora pro populo, interveni pro clero, intercede pro devoto femineo sexu: sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sactam festivitatem.


V.: Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix.
R.: Ut digni effciamur promissionibus Christi.

Oratio.- Concede nos famulos tuos, quasumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatae Mariae semper Virginis intercessione, a praesenti liberari tristitia, et aeterna perfui laetitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


Conclusión (en castellano):
Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, que sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.

V.: Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R.: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración.: Concédenos, Señor Dios bondadoso y paciente, que nosotros tus siervos gocemos de continua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la benaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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1.11.21

Ejercicio diario para el mes de noviembre (mes de las ánimas del purgatorio)



Oración inicial:

¡Oh, gloriosa Virgen María del Monte Carmelo, y Madre de Bondad!, compadeceos de las benditas almas detenidas temporalmente en el fuego del Purgatorio, lejos de Dios y de Vos, que sois la Madre de Misericordia. Romped sus cadenas y libradlas del abismo donde gimen, anhelosas de su patria celestial y suspirando por el momento feliz de su unión para siempre con Dios, a quien su corazón desea con vehemencia. Tened piedad de un modo especial de las almas más abandonadas, os ruego por ellas muy particularmente. Oh, Madre de bondad, dignaos aceptar mis ruegos. Os lo suplico, oh María: reunidnos a todos en el Cielo, cerca de Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo adorable, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Consagración de la familia al Sacratísimo Corazón de Jesús



¡Oh Sacratísimo Corazón de Jesús! Vos manifestasteis a Santa Margarita María el deseo de reinar sobre las familias cristianas. Deseando agradaros, venimos hoy a proclamar vuestro absoluto dominio sobre la nuestra. De hoy en adelante queremos vivir vuestra vida; queremos que en el seno de nuestras familias florezcan las virtudes a que prometisteis la paz en la tierra, y queremos desterrar lejos de nosotros el espíritu mundano que Vos condenasteis. Vos habéis de reinar en nuestros entendimientos por la sencillez de nuestra fe, y en nuestros corazones por el amor de Vos solo, en el cual arderán para Vos, procurando mantener viva esta llama con la frecuente comunión de la divina Eucaristía.

Dignaos, ¡oh Corazón divino!, presidir nuestras reuniones, bendecir nuestras empresas espirituales y temporales, apartar nuestras inquietudes, santificar nuestras alegrías, consolar nuestras penas. Si alguna vez alguno de nosotros tiene la triste desgracia de ofenderos, recodadle, oh Corazón de Jesús, que sois bueno y misericordioso para con los pecadores arrependidos. Y cuando suene la hora de la separación, cuando venga la muerte a lanzar el duelo en medio de nosotros, todos, así los que se vayan como los que se queden, estaremos conformes con vuestros eternos decretos. Nos consolaremos pensando que ha de venir un día en que toda la familia, reunida en el cielo, podrá cantar eternamente vuestras glorias y beneficios.

Dígnese el Corazón Innmaculado de María, dígnese el glorioso Patriarca San José, presentaros esta consagración y mantener en nosotros viva su memoria todos los días de nuestra vida. Amén.

Viva el Corazón de Jesús, nuestro Rey y nuestro Padre.


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31.10.21

Acto para desagraviar y consagrarse al Corazón de Jesús



¡Oh Corazón Sagrado y clementísimo de Jesús, divino propiciatorio, por el cual prometió el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones! Yo me uno con Vos para ofrecer a vuestro Eterno Padre este mi pobre y mezquino corazón, un corazón desagradecido, pero contrito y humillado en su divino acatamiento, deseoso de reparar cumplidamente sus ofensas, en especial las que Vos recibís de continuo en la Eucaristía, y señaladamente las que yo, para mi desgracia, también he cometido.

Quisiera, divino Corazón, lavar con lágrimas y borrar con sangre de mis venas las ingratitudes con que todos hemos pagado vuestro tierno amor; junto mi dolor y pesar, aunque tan leve,con aquella angustia mortal que os hizo en el huerto sudar sangre a la sola memoria de nuestros pecados. Ofrecédselo, Señor, a vuestro Eterno Padre, unido con vuestro amabilísimo Corazón. Dadle infinitas gracias por los grandes beneficios que nos hace continuamente, y supla vuestro amor nuestra ingratitud y olvido.

Concededme la gracia de presentarme siempre con gran veneración ante el acatamiento de vuestra divina Majestad, para resarcir de algún modo las irreverencias y ultrajes que en vuestra presencia me atreví a cometer, y que de hoy en adelante me ocupe con todo mi empeño en atraer con palabras y ejemplos muchas almas a que os conozcan y gocen de las delicias de vuestro Divino Corazón.

Desde este momento me ofrezco y dedico del todo a dilatar la gloria de este sacratísimo y dulcísimo Corazón. Le elijo por el blanco de todos mis afectos y deseos, y desde ahora para siempre constituyo en él mi perpetua morada, reconociéndole, adorándole y amándole con todas mis ansias, como que es el Corazón de mi amabilísimo Jesús, de mi Rey y soberano dueño, Esposo de mi alma, Pastor y Maestro, verdadero Amigo, amoroso Padre, Guía segura, firmísimo Amparo, y Bienaventuranza eterna. Amén.

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