Oración inicial:
¡Oh, gloriosa Virgen María del Monte Carmelo, y Madre de Bondad!, compadeceos de las benditas almas detenidas temporalmente en el fuego del Purgatorio, lejos de Dios y de Vos, que sois la Madre de Misericordia. Romped sus cadenas y libradlas del abismo donde gimen, anhelosas de su patria celestial y suspirando por el momento feliz de su unión para siempre con Dios, a quien su corazón desea con vehemencia. Tened piedad de un modo especial de las almas más abandonadas, os ruego por ellas muy particularmente. Oh, Madre de bondad, dignaos aceptar mis ruegos. Os lo suplico, oh María: reunidnos a todos en el Cielo, cerca de Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo adorable, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Oraciones a Cristo para aquellas ánimas santas por los dolores que él padeció en su pasión:
¡Oh dulcísimo Jesús!, por el sudor de sangre que padeciste en el huerto de Getsemaní, tened piedad de aquellas benditas ánimas del purgatorio.
R/ Tener piedad, Señor, tened piedad.
¡Oh dulcísimo Jesús!, por los dolores que sufriste en vuestra cruelísima flagelación, tened piedad de aquellas benditas ánimas del purgatorio.
R/ Tener piedad, Señor, tened piedad.
¡Oh dulcísimo Jesús!, por los dolores que padeciste en vuestra dolorísima coronación de espinas, tened piedad de aquellas benditas ánimas del purgatorio.
R/ Tener piedad, Señor, tened piedad.
¡Oh dulcísimo Jesús!, por los dolores que sufriste llevando la cruz al calvario, tened piedad de aquellas benditas ánimas del purgatorio.
R/ Tener piedad, Señor, tened piedad.
¡Oh dulcísimo Jesús!, por los dolores que sufriste en vuestra cruelísima crucifixión, tened piedad de aquellas benditas ánimas del purgatorio.
R/ Tener piedad, Señor, tened piedad.
¡Oh dulcísimo Jesús!, por los dolores que sufriste en la amarguísima agonía que padeciste en la cruz, tened piedad de aquellas benditas ánimas del purgatorio.
R/ Tener piedad, Señor, tened piedad.
¡Oh dulcísimo Jesús!, por el dolor inmenso que sufriste cuando espiró vuestra alma bendita, tened piedad de aquellas benditas ánimas del purgatorio.
R/ Tener piedad, Señor, tened piedad.
Recomendemos ahora a todas las ánimas del purgatorio y digamos:
Almas benditas, nosotros hemos rogado por vosotras; mas vosotras, que sois tan amadas de Dios, y estáis seguras de no poderlo perder ya, suplicadle por nosotros miserables que estamos en peligro de condenarnos, y de perder a Dios para siempre.
Oración por las ánimas del Purgatorio (de Santa Gertrudis):
Tened piedad, oh buen Jesús, de las almas que están en el Purgatorio, por cuya salvación os habéis revestido de nuestra naturaleza, y sufrido la muerte más amarga. Tened piedad de sus gemidos, y de las lágrimas que derraman en Vuestra presencia, y por los méritos de Vuestra pasión, dignaos perdonarles las penas debidas a sus pecados.
Que Vuestra sangre, oh buen Jesús, descienda sobre el Purgatorio, que purifique y consuele a los pobres cautivos y afligidos que allí están detenidos. Tendedles vuestra mano, y conducidles al lugar del refrigerio, de la luz y de la paz. Así sea.
Roguemos por los agonizantes:
¡Oh, misericordiosísimo Jesús, abrasado en ardiente amor de las almas! Os suplicamos por las agonías de vuestro Sacratísimo Corazón y por los dolores de vuestra Inmaculada Madre, que lavéis con vuestra Sangre a todos los pecadores de la tierra que estén en la agonía durante este día [semana] y tengan que morir en este tiempo. Amén.
V. Corazón agonizante de Jesús.
R. Tened misericordia de los moribundos.
Oración final (de San Agustín):
Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisiste nacer, ser circuncidado, desechado de los judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles, llevado al suplicio como inocente cordero; presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes; escupido y acusado con falsos testigos; abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado con azotes y coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro con una púrpura por burla; desnudado afrentosamente, clavado en la cruz y levantado en ella, puesto entre ladrones, como uno de ellos, dándote a beber hiel y vinagres y herido el costado con la lanza.
Librad, Señor, por tantos y tan acerbísimos dolores como habéis padecido por nosotros, a las almas del Purgatorio de las penas en que están; llevadlas a descansar a tu santísima Gloria, y sálvanos, por los méritos de vuestra sagrada Pasión y por vuestra muerte de cruz, de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar en la posesión de aquel Reino, adonde llevaste al buen ladrón, que fue crucificado contigo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario