Verbo humanado, yo os adoro humildemente en ese trono de vuestro santo amor, y os suplico me permitáis asociar mi voz, aunque tan indigna, a la de vuestra santa Iglesia, que ensalza, adora y bendice tan excepcional sacramento, instituido para vuestra gloria y nuestra santificación.
Permitid también que os rinda fervorosísimas y reverentes gracias, por ese banquete de los cielos a que os place llamar a los pobres desterrados, y que al prostrarme rendido a vuestras sagradas plantas ruegue a los espíritus angélicos y a todos los santos, y muy especialmente a su gloriosa reina vuestra bienaventurada Madre, se sirvan presentaros sus puros y ardientes homenajes, como reparación de la indignidad de los nuestros.