Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

15.11.23

Visita al Santísimo Sacramento IV. Oración a Jesús Sacramentado



Verbo humanado, yo os adoro humildemente en ese trono de vuestro santo amor, y os suplico me permitáis asociar mi voz, aunque tan indigna, a la de vuestra santa Iglesia, que ensalza, adora y bendice tan excepcional sacramento, instituido para vuestra gloria y nuestra santificación.

Permitid también que os rinda fervorosísimas y reverentes gracias, por ese banquete de los cielos a que os place llamar a los pobres desterrados, y que al prostrarme rendido a vuestras sagradas plantas ruegue a los espíritus angélicos y a todos los santos, y muy especialmente a su gloriosa reina vuestra bienaventurada Madre, se sirvan presentaros sus puros y ardientes homenajes, como reparación de la indignidad de los nuestros.




¡Oh, Vos que en el establo de Belén os hicísteis nuestro hermano, en la cena Pascual nuestro sustento, y en la Cruz nuestro rescate! Dignaos perdonarnos nuestras ingratitudes, y santificarnos con vuestra gracia -mientras tenemos la honra de adorar vuestra real presencia en el altar- a fin, Señor, de que seáis también en el cielo la eterna recompensa de nuestra fe.

¡Oh, Vos, que sois la luz hasta para los que yacen entre sombras de muerte! Iluminad mi espíritu, oscurecido tan frecuentemente por los vapores de las pasiones, y enseñadme, pues sois también mi divino Maestro, a que os conozca, os sirva y os ame con todo mi corazón, que os dedico a Vos para siempre.

Tales son mis súplicas en vuestra augusta presencia; atreviéndome asimismo a recomendaros todos los que creen en Vos, y en particular la cabeza visible de vuestra Iglesia, los prelados y demás pastores de vuestro espiritual rebaño, e igualmente, Jesús mío, a todos mis parientes, bienhechores y amigos, vivos y difuntos, a fin de que el presente día se para todos motivo de alegría, de conversión y de salud, según los designios de vuestra misericordia, que imploro también para vuestros enemigos y los míos.

¡Gloria a Jesús Sacramentado! Bendito sea el Rey de los Cielos en el humilde trono del altar. Que todas las criaturas le alaben y ensalzen regocijadas, en vista de los prodigios de su omnipotente amor, y que los que le adoramos en el abatimiento de su humanidad santa logremos -por sus propios merecimientos-, contemplarlo glorioso entre los resplandores de su divinidad.

Amén.




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